miércoles, 9 de noviembre de 2011
sábado, 1 de octubre de 2011
FERNÁNDEZ MORENO, CÉSAR: EL ESTADIO
lunes, 11 de julio de 2011
BELLESSI, DIANA: Love Story
DIANA BELLESSI
miércoles, 22 de junio de 2011
GIANUZZI, JOAQUÍN: PERPLEJIDADES DEL AMANECER
I
Un minuto de fe para buscar a tientas
la camisa más despierta. Una especie
de convicción para sentirme apto.
En la oscuridad menguante, el dormitorio
huele a existencia en bruto,
a ropa fría, a zapatos caídos
con toda la neura encima. Esto insiste
en tener algo que ver contigo.
Desde la calle
los ruidos ciegos y la jadeante
respiración de la materia manufacturada
suben con sus propias razones para vivir.
He allí lo espumoso, la tierra triunfante
que apenas me concierne. Pero la camisa
ya pierde su inocencia, reclama relaciones
y el perpetuo fracaso de la identidad
en el amanecer de este día laborable.
II
Desamparo ideológico del lunes:
en la madrugada invernal ha concluido
el aplazamiento. Perplejo
y desdichado a su manera, el pie
con que bajamos de la cama se detiene
a medio camino. En ese titubeo prenatal
también vacilan
el resto del cuerpo
y el ser en general con su condena.
La realidad privada paraliza su regreso
al viejo desastre, a la recurrente
y oscura oportunidad. ¿Qué clase de verdad
hay en esa negación? ¿Qué mano de la época
pone las opciones individuales en punto muerto?
En el cerebro cerrado circula
un gemido que nos detiene al borde
de la respiración universal del día.
Y entre la historia a punto de caer
en la taza de café y la vuelta del rostro
a la dorada aniquilación personal
comienza el lunes en todo el país
(Argentina, 1924/2004)
viernes, 20 de mayo de 2011
STORNI, ALFONSINA: BIEN PUDIERA SER
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viernes, 13 de mayo de 2011
CONCIENCIA
Ahora bien: ¿por qué se escribe conscientes e inconscientes con “sc” y conciencia solo con “c”?
Conciencia deriva del latín “conscientĭa” pero en realidad, escribir conciencia o consciencia es igualmente correcto anque no siempre significan lo mismo.
En sentido moral (capacidad de distinguir entre el bien y el mal) solo se usa conciencia (sin “s”):
Ese pensamiento me causó un terrible cargo de conciencia.
Tengo conciencia (consciencia) de mis limitaciones.
Por esta razón, no son pocos los estudiosos que consideran a esta conducta académica como contradictoria, porque si conciencia se escribe sin la “s”, todos sus derivados, por lógica, deberían escribirse sin “s”.
CONCIENCIAR - CONCIENTIZAR
Para la Real Academia Española se utiliza concienciar para lograr que alguien “sea consciente de algo”.
Pero en América, y especialmente en nuestro país, se utiliza también la forma concientizar, igualmente válida:
Necesitamos concientizar a la población.
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viernes, 29 de abril de 2011
¿1 DE MAYO O 1º DE MAYO?
Aunque no es lo habitual escribir las fechas enteramente con letras, sí es normal hacerlo en documentos solemnes, escrituras públicas, cartas notariales o cheques bancarios:
A los veintinueve días del mes de abril del año dos mil once…
Al primer día del mes de abril del año dos mil once…
Por lo expresado anteriormente, es correcto que digamos tanto 1 de mayo como 1º de mayo. Se podrá objetar: ¿entonces se dice indistintamente dos de mayo o segundo de mayo? No, ya que la R.A.E. solo hace esta aclaración para el primer día del mes, no para todos.
.Vale recordar también que los nombres de los meses (al igual que el de los días de la semana) se escriben con minúscula, salvo en ocasiones en que por razones ortográficas deban usarse indefectiblemente con mayúscula: a principio de oración (Enero es un mes caluroso), cuando se designa una fecha patria o una conmemoración importante (25 de Mayo) o cuando forma parte de un nombre propio (la calle 9 de Julio).
Fuentes: Ortografía de la lengua española (R.A.E., 2010) – Diccionario panhispánico de dudas (R.A.E., 2005)
domingo, 17 de abril de 2011
GARCÍA LORCA, FEDERICO: Las seis cuerdas
sábado, 16 de abril de 2011
A LOS ANÓNIMOS...
domingo, 20 de marzo de 2011
URTIZBEREA, Mex: Dentro de 50 años
Lo que, definitivamente, sí estará presente es aquello que se haya hecho hoy por la educación.
Dentro de cincuenta años probablemente Kirchner sea el nombre de alguna avenida en Santa Cruz, Macri sea un apellido que se lea en una placa del club Boca Juniors o del Congreso, a Carrió se la podrá ver solo en fotos, a Ben Laden en una estampilla de correo privado de Medio Oriente y a Bush en una estatua en una plaza perdida de Texas.
Lo que sí podrá verse, en vivo y en directo, y será imposible no ver, es lo que hoy se haya hecho por la educación.
Dentro de cincuenta años usted y yo seremos un recuerdo, o un olvido, pero no lo serán nuestros hijos ni nuestros nietos: para ellos será este país mal educado o bien educado, según lo que hoy se haga por la educación.
Dentro de cincuenta años no quedará ni rastro del debate sobre si está bien o mal que un niño use celular, si Maradona se droga o no se droga, si María Eugenia Ritó es mejor vedette que Emilia Attias.
Lo que sí podrá encontrarse en cada rincón del país son los rastros del debate que se necesita abrir hoy sobre la educación.
Dentro de cincuenta años no será más que un número lo que se invierte ahora en seguridad, no le servirá a nadie lo que se haya gastado en campañas políticas, no será ni recuerdo qué comportamiento tuvo la Bolsa este año o a cuánto cotizaba el dólar.
Lo que sí se notará visiblemente es lo que hoy se invierta para educación.
Dentro de cincuenta años usted y yo seremos el pasado, como lo serán Kirchner y Macri, Nazarena Vélez, Carrió y el autor de El Código Da Vinci, y María Eugenia Ritó y los jugadores del Mundial, pero no lo serán nuestros hijos ni nuestros nietos: a ellos les tocará un presente de país educado, según lo que se haga hoy por la educación.
Y quien haga hoy algo por ella, quien muestre verdadero interés y se ponga a trabajar ahora apasionadamente para mejorarla, extenderla, financiarla, multiplicarla, quien se desvele para que llegue a todas partes, para que nadie quede afuera por razones económicas o geográficas, para que tenga calidad y que la calidad sea gratis, quien entienda que un país mal educado es un país condenado a muerte, y modifique este destino, entonces su nombre no será del olvido: dentro de cincuenta años estará presente en todos los rincones del país, será recordado con admiración y respeto.
Y no será solo estatua, o calle, o foto, o estampilla.
Dedicado a todos los que se dedican a la silenciosa tarea de educar...
viernes, 25 de febrero de 2011
SOLO - SÓLO
Ejemplos:
Se trata de una palabra grave terminada en vocal, por lo que, según las reglas generales de la acentuación, no debe llevar tilde.
En estas afirmaciones se sustenta uno de los cambios introducidos en la nueva “Ortografía de la lengua española” de la Real Academia Española (Madrid, Espasa Libros, 2010) al prescribir que “la palabra solo, tanto cuando es adverbio (Solo trabaja de lunes a viernes) como cuando es adjetivo (Está solo en casa todo el día) son voces que no deben llevar tilde según la regla de acentuación, por ser bisílabas llanas terminadas en vocal”.
Tradicionalmente, las reglas ortográficas venían prescribiendo el uso diacrítico de la tilde en el adverbio solo para poder diferenciarlo del adjetivo solo cuando en un mismo enunciado eran posibles ambas interpretaciones.
Trabaja sólo los domingos. (Trabaja solamente los domingos)
Trabaja solo los domingos. (Trabaja sin compañía los domingos)
Sin embargo, la nueva “Ortografía” establece también que “a partir de ahora se podrá (y no ‘se deberá’) prescindir de la tilde en estas formas incluso en casos de doble interpretación. Las posibles ambigüedades son resueltas casi siempre por el propio contexto comunicativo (lingüístico o extralingüístico) en función del cual solo suele ser admisible una de las dos opciones interpretativas”.
Resumiendo, a partir de ahora no será obligación colocar tilde al adverbio solo para diferenciarlo del adjetivo solo, en virtud de que el contexto en que se utiliza un determinado enunciado con posibilidades de doble interpretación ayuda a su comprensión.
Así, los ejemplos citados más arriba (Trabaja sólo/solo los domingos) nunca aparecen aislados sino en una sucesión de enunciados que nos permitirán darnos cuenta de su verdadero significado:
—¿Qué días trabaja Pedro?
—Trabaja solo los domingos.
o
—¿Trabaja siempre solo?
—Trabaja solo los domingos.
Profesores: a no corregir más la falta de tilde en el adverbio solo (con valor de solamente)porque —a pesar de que no se comprenda— estará bien escrito.
(Fuente: “Ortografía de la lengua española” de la Real Academia Española. Madrid, Espasa Libros, 2010. pp. 269-270)
jueves, 10 de febrero de 2011
PIZARNIK, Alejandra: Mendiga voz
PIZARNIK, Alejandra: 11
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sábado, 15 de enero de 2011
BORGES, Jorge Luis: Biografía de Tadeo Isidoro Cruz (1829/1874)
El seis de febrero de 1829, los montoneros que, hostigados ya por Lavalle, marchaban desde el Sur para incorporarse a las divisiones de López, hicieron alto en una estancia cuyo nombre ignoraban, a tres o cuatro leguas del Pergamino; hacia el alba, uno de los hombres tuvo una pesadilla tenaz: en la penumbra del galpón, el confuso grito despertó a la mujer que dormía con él. Nadie sabe lo que soñó, pues al otro día, a las cuatro, los montoneros fueron desbaratados por la caballería de Suárez y la persecución duró nueve leguas, hasta los pajonales ya lóbregos, y el hombre pereció en una zanja, partido el cráneo por un sable de las guerras del Perú y del Brasil. La mujer se llamaba Isidora Cruz; el hijo que tuvo recibió el nombre de Tadeo Isidoro.
jueves, 13 de enero de 2011
CORTÁZAR, Julio: Grafiti
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Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego, supongo que te hizo gracia encontrar un dibujo al lado del tuyo, lo atribuiste a una casualidad o a un capricho y sólo la segunda vez te diste cuenta que era intencionado y entonces lo miraste despacio, incluso volviste más tarde para mirarlo de nuevo, tomando las precauciones de siempre: la calle en su momento más solitario, acercarse con indiferencia y nunca mirar los grafitis de frente sino desde la otra acera o en diagonal, fingiendo interés por la vidriera de al lado, yéndote en seguida.
Tu propio juego había empezado por aburrimiento, no era en verdad una protesta contra el estado de cosas en la ciudad, el toque de queda, la prohibición amenazante de pegar carteles o escribir en los muros. Simplemente te divertía hacer dibujos con tizas de colores (no te gustaba el término grafiti, tan de crítico de arte) y de cuando en cuando venir a verlos y hasta con un poco de suerte asistir a la llegada del camión municipal y a los insultos inútiles de los empleados mientras borraban los dibujos. Poco les importaba que no fueran dibujos políticos, la prohibición abarcaba cualquier cosa, y si algún niño se hubiera atrevido a dibujar una casa o un perro, lo mismo lo hubieran borrado entre palabrotas y amenazas. En la ciudad ya no se sabía demasiado de qué lado estaba verdaderamente el miedo; quizás por eso te divertía dominar el tuyo y cada tanto elegir el lugar y la hora propicios para hacer un dibujo.
Nunca habías corrido peligro porque sabías elegir bien, y en el tiempo que transcurría hasta que llegaban los camiones de limpieza se abría para vos algo como un espacio más limpio donde casi cabía la esperanza. Mirando desde lejos tu dibujo podías ver a la gente que le echaba una ojeada al pasar, nadie se detenía por supuesto pero nadie dejaba de mirar el dibujo, a veces una rápida composición abstracta en dos colores, un perfil de pájaro o dos figuras enlazadas. Una sola vez escribiste una frase, con tiza negra: A mí también me duele. No duró dos horas, y esta vez la policía en persona la hizo desaparecer. Después solamente seguiste haciendo dibujos.
Cuando el otro apareció al lado del tuyo casi tuviste miedo, de golpe el peligro se volvía doble, alguien se animaba como vos a divertirse al borde de la cárcel o algo peor, y ese alguien como si fuera poco era una mujer. Vos mismo no podías probártelo, había algo diferente y mejor que las pruebas más rotundas: un trazo, una predilección por las tizas cálidas, un aura. A lo mejor como andabas solo te imaginaste por compensación; la admiraste, tuviste miedo por ella, esperaste que fuera la única vez, casi te delataste cuando ella volvió a dibujar al lado de otro dibujo tuyo, unas ganas de reír, de quedarte ahí delante como si los policías fueran ciegos o idiotas.
Empezó un tiempo diferente, más sigiloso, más bello y amenazante a la vez. Descuidando tu empleo salías en cualquier momento con la esperanza de sorprenderla, elegiste para tus dibujos esas calles que podías recorrer de un solo rápido itinerario; volviste al alba, al anochecer, a las tres de la mañana. Fue un tiempo de contradicción insoportable, la decepción de encontrar un nuevo dibujo de ella junto a alguno de los tuyos y la calle vacía, y la de no encontrar nada y sentir la calle aún más vacía. Una noche viste su primer dibujo solo; lo había hecho con tizas rojas y azules en una puerta de garage, aprovechando la textura de las maderas carcomidas y las cabezas de los clavos. Era más que nunca ella, el trazo, los colores, pero además sentiste que ese dibujo valía como un pedido o una interrogación, una manera de llamarte. Volviste al alba, después que las patrullas relegaron en su sordo drenaje, y en el resto de la puerta dibujaste un rápido paisaje con velas y tajamares; de no mirarlo bien se hubiera dicho un juego de líneas al azar, pero ella sabría mirarlo. Esa noche escapaste por poco de una pareja de policías, en tu departamento bebiste ginebra tras ginebra y le hablaste, le dijiste todo lo que te venía a la boca como otro dibujo sonoro, otro puerto con velas, la imaginaste morena y silenciosa, le elegiste labios y senos, la quisiste un poco.
Casi en seguida se te ocurrió que ella buscaría una respuesta, que volvería a su dibujo como vos volvías ahora a los tuyos, y aunque el peligro era cada vez mayor después de los atentados en el mercado te atreviste a acercarte al garage, a rondar la manzana, a tomar interminables cervezas en el café de la esquina. Era absurdo porque ella no se detendría después de ver tu dibujo, cualquiera de las muchas mujeres que iban y venían podía ser ella. Al amanecer del segundo día elegiste un paredón gris y dibujaste un triángulo blanco rodeado de manchas como hojas de roble; desde el mismo café de la esquina podías ver el paredón (ya habían limpiado la puerta del garage y una patrulla volvía y volvía rabiosa), al anochecer te alejaste un poco pero eligiendo diferentes puntos de mira, desplazándote de un sitio a otro, comprando mínimas cosas en las tiendas para no llamar demasiado la atención. Ya era noche cerrada cuando oíste la sirena y los proyectores te barrieron los ojos. Había un confuso amontonamiento junto al paredón, corriste contra toda sensatez y solo te ayudó el azar de un auto dando vuelta a la esquina y frenando al ver el carro celular, su bulto te protegió y viste la lucha, un pelo negro tironeado por manos enguantadas, los puntapiés y los alaridos, la visión entrecortada de unos pantalones azules antes de que la tiraran en el carro y se la llevaran.
Mucho después (era horrible temblar así, era horrible pensar que eso pasaba por culpa de tu dibujo en el paredón gris) te mezclaste con otras gentes y alcanzaste a ver un esbozo en azul, los trazos de ese naranja que era como su nombre o su boca, ella así en ese dibujo truncado que los policías habían borroneado antes de llevársela; quedaba lo bastante como para comprender que había querido responder a tu triángulo con otra figura, un círculo o acaso un espiral, una forma llena y hermosa, algo como un sí o un siempre o un ahora.
Lo sabías muy bien, te sobraría tiempo para imaginar los detalles de lo que estaría sucediendo en el cuartel central; en la ciudad todo eso rezumaba poco a poco, la gente estaba al tanto del destino de los prisioneros, y si a veces volvían a ver a uno que otro, hubieran preferido no verlos y que al igual que la mayoría se perdieran en ese silencio que nadie se atrevía a quebrar. Lo sabías de sobra, esa noche la ginebra no te ayudaría más a morderte las manos, a pisotear tizas de colores antes de perderte en la borrachera y en el llanto.
Sí, pero los días pasaban y ya no sabías vivir de otra manera. Volviste a abandonar tu trabajo para dar vueltas por las calles, mirar fugitivamente las paredes y las puertas donde ella y vos habían dibujado. Todo limpio, todo claro; nada, ni siquiera una flor dibujada por la inocencia de un colegial que roba una tiza en la clase y no resiste el placer de usarla. Tampoco vos pudiste resistir, y un mes después te levantaste al amanecer y volviste a la calle del garage. No había patrullas, las paredes estaban perfectamente limpias; un gato te miró cauteloso desde un portal cuando sacaste las tizas y en el mismo lugar, allí donde ella había dejado su dibujo, llenaste las maderas con un grito verde, una roja llamarada de reconocimiento y de amor, envolviste tu dibujo con un óvalo que era también tu boca y la suya y la esperanza. Los pasos en la esquina te lanzaron a una carrera afelpada, al refugio de una pila de cajones vacíos; un borracho vacilante se acercó canturreando, quiso patear al gato y cayó boca abajo a los pies del dibujo. Te fuiste lentamente, ya seguro, y con el primer sol dormiste como no habías dormido en mucho tiempo.
Esa misma mañana miraste desde lejos: no lo habían borrado todavía. Volviste al mediodía: casi inconcebiblemente seguía ahí. La agitación en los suburbios (habías escuchado los noticiosos) alejaban a la patrulla de su rutina; al anochecer volviste a verlo como tanta gente lo había visto a lo largo del día. Esperaste hasta las tres de la mañana para regresar, la calle estaba vacía y negra. Desde lejos descubriste otro dibujo, sólo vos podrías haberlo distinguido tan pequeño en lo alto y a la izquierda del tuyo. Te acercaste con algo que era sed y horror al mismo tiempo, viste el óvalo naranja y las manchas violetas de donde parecía saltar una cara tumefacta, un ojo colgando, una boca aplastada a puñetazos. Ya sé, ya sé ¿pero qué otra cosa hubiera podido dibujarte? ¿Qué mensaje hubiera tenido sentido ahora? De alguna manera tenía que decirte adiós y a la vez pedirte que siguieras. Algo tenía que dejarte antes de volverme a mi refugio donde ya no había ningún espejo, solamente un hueco para esconderme hasta el fin en la más completa oscuridad, recordando tantas cosas y a veces, así como había imaginado tu vida, imaginando que hacías otros dibujos, que salías por la noche para hacer otros dibujos.