Argentina es el invitado de honor de la próxima edición de la Feria del Libro de Frankfurt. Tras la de Chicago, ésta es la más importante del sector, a juzgar por la calidad de los participantes y por el volumen de las operaciones que se realizan.
Argentina, cuna y espejo de literatos inmortales, tiene en la Feria del Libro de Frankfurt 2010 una buena oportunidad para confirmar y engrandecer la posición que ocupa en el universal escenario del libro. En la actual edición 2009, los libros digitales son los que ostentan el protagonismo de esta feria comercial que se celebra en estos días en esa ciudad alemana.
Argentina, cuna y espejo de literatos inmortales, tiene en la Feria del Libro de Frankfurt 2010 una buena oportunidad para confirmar y engrandecer la posición que ocupa en el universal escenario del libro. En la actual edición 2009, los libros digitales son los que ostentan el protagonismo de esta feria comercial que se celebra en estos días en esa ciudad alemana.
Las grandes editoriales y la electrónica de consumo apuestan por un futuro que ya está aquí, y unen fuerzas para fomentar una nueva forma de lectura, la del libro digital. Proponen que el público salte del papel a la pantalla. El concepto es tan revolucionario que la noticia sobre la llegada del libro digital ha provocado que algunas voces, con espíritu apocalíptico, ya quieran escribir la nota necrológica: el libro tradicional ha muerto, dicen.
El debate sobre la presunta muerte del libro de papel es una cuestión repetida, pero no tiene argumentos sólidos. Ya a finales del siglo XIX, toda una corriente de escritores presagiaba que el libro caería en desuso porque había llegado a manos de todo el mundo. Medio siglo después, el éxito de la televisión fundamentó las catastrofistas previsiones del pensador Marshall McLuhan, que se apresuró a sacrificar la imprenta en el altar del progreso.
Ahora, la informática y las telecomunicaciones cuestionan la modernidad del libro, del que incluso han dicho que es un fenómeno históricamente frágil, condenado a convertirse en un objeto de lujo o de anticuario. Anunciar la muerte del libro impreso no es, por tanto, un fenómeno nuevo. Pero es falso el debate sobre el final del libro de papel. El marketing lo fomenta deliberadamente, tal vez porque se niega a reconocer que las diversas dimensiones del libro están destinadas a convivir.
El concepto de libro, confinado hasta hace poco al mundo impreso, al mundo de los soportes físicos, se ha ampliado como resultado de diversas innovaciones que ahora permiten aumentar la difusión de un texto. Con la aparición de los libros para ciegos, los audiolibros y los libros digitales, ha sido necesario redefinir el concepto de libro, que ya no se puede considerar sólo como un conjunto de hojas encuadernadas.
Más que discutir sobre dos formatos (libro en papel, libro digital), conviene debatir sobre dos tipos de lectura.
Por un lado está lo que podría llamarse la lectura del pescador: lenta y pausada, es la lectura del goce placentero, es la lectura que trata de llegar a la profundidad, que quiere avanzar lentamente. Es la manera de leer que hoy se asocia al libro en papel. Por otro lado está la lectura del cazador: es la que va a la caza de una información, es la lectura que investiga, que apunta en una dirección y después en otra. Es la lectura de superficie, casi instantánea, que propone la electrónica.
Son dos posibilidades de lectura, paralelas y no excluyentes, una no sustituye a la otra. Los libros de consulta (diccionarios, enciclopedias) se publicarán cada vez más en soporte digital, mientras que los otros libros continuarán publicándose en papel por razones ergonómicas: es más cómodo leer en papel que en pantalla. Incluso cuando el libro está disponible por vía electrónica, la mayoría de los lectores imprime para leer. Por tanto, los diversos soportes y las diversas formas de lectura convivirán de una forma tan inevitable como enriquecedora.
El placer de leer un clásico de la literatura universal en una buena edición no puede compararse con la lectura en pantalla, ni la pantalla crea un vínculo emocional tan intenso como el que un libro de bolsillo llega a establecer con el lector. El libro digital no pretende competir en estos términos. Sólo aspira a ofrecer nuevas posibilidades para acceder al contenido, y entonces el lector puede elegir entre un formato u otro según la necesidad del momento. El libro impreso se complementa con el libro digital, que puede transmitir su contenido a distancia y de manera inmediata.
En consecuencia, el libro en papel no está amenazado por la llegada del libro digital porque continúa presentando los contenidos de una manera más eficaz que los medios electrónicos. El libro impreso es un objeto perfecto que ha sido sometido a una depuración de más de cinco siglos, durante los cuales se han afinado sus mecanismos textuales. Y estamos tan acostumbrados a abrir las páginas de un libro que ni siquiera nos damos plena cuenta de ello.
Más allá de cómo evolucionen los soportes en el futuro, lo importante es que estos soportes sean útiles ahora. Y que el libro sea más accesible, y esté al alcance de más personas, para que pueda acceder quien antes no podía. Pero la tecnología digital también plantea retos a los lectores: ser un lector culto, actualmente, implica saber utilizar determinadas herramientas que guardan poca relación con el pasado.
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Fuente: DIARIO UNO DE SANTA FE
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