CONFESIONES
DE UN LOCO
Lo hice, ya no aguantaba
más. Es que no me quedaba otra que matarla. Es curioso, me siento mal por lo
que hice pero a la vez me siento bien porque sé que ya no me molestará más. Aun
con mi cargo de conciencia, sonrío al verla tirada en el piso de mi cocina, tan
arrogante, tan provocadora que era… Y mirá ahora: una simple escoria sin vida.
¿Que cómo lo hice? Qué importa, ya no se puede dar marcha atrás. Lo único que
me queda es deshacerme del cuerpo y rápido, porque si alguien llegara a venir
no tendría cómo explicarlo. Y aparte no pienso dar explicaciones. Ellos no
estuvieron aquí, no vieron lo mal que la pasaba, ya no dormía, ni comía
tranquilo sin que se apareciera a molestar. ¡Porque eso es lo que hacía! Juro
por dios que no quería llegar a esto, pero ella se lo buscó. Traté por todos
los medios posibles llegar a este desenlace. Primero la ignoraba, me decía a mí
mismo: “Se dará cuenta y se marchará”. Pero no, insistía día tras día. Hace dos
días me planté y le dije que se fuera, que esto ya no daba para más y no quería
que las cosas terminaran mal. Traté de este modo de intimidarla. Por un
instante vi en sus ojos un poco de miedo mientras le hablaba… más bien, le
gritaba. Bueno, ese día las cosas quedaron así. Salí corriendo porque se me
hacía tarde. Esperaba a mi regreso no encontrarla más. Pero no. Cuando volví,
ahí estaba, flamante y burlona, hasta creí escuchar una pequeña risita cuando
advirtió mi decepción. Yo no quería hacerlo, juro que no quería, pero no me
quedó otra opción. Ahora lo único que me queda es deshacerme de la evidencia y
listo, a disfrutar de la vida. ¿Pero cómo? Enterrarla no puedo. Si lo hago en
el patio, seria peligroso, porque si se comienza alguna investigación la
encontrarían. Y aquí adentro también sería sospechoso: si advierten algún
arreglo nuevo en la casa, llamaría la atención. ¿Y si la quemo? No, los vecinos
curiosos podrían denunciar por el humo o algo parecido y caerían la policía y
los bomberos. No, no. ¡Esa sí que no sería una buena idea! Lo único que me
queda es desmembrarla por completo, ponerla en bolsas y que el recolector se la
lleve por la mañana. ¡Sí, sí, eso es lo mejor! Bueno, manos a la obra y a
limpiar todo. Si alguien me viera en estos momentos arrancando cada uno de sus
miembros ya fríos, me catalogaría de sicópata, de asesino. Si la gente
descubriera esto, seguro me señalarían con el dedo inquisidor y me gritarían en
la cara “¡Asesino!”. Pero ellos no saben por lo que yo pasé, no saben que me
duele muy en lo profundo lo que hice. Pero ya está… Además, quién se va a dar
cuenta: era una simple cucaracha.
Samuel Maldonado
3er. Año “C” – 2012
EEMPA Nº 1007 “LIBERTAD”
Rafaela – Santa Fe - Argentina
¡Me gustó mucho!!!...
ResponderEliminarFelicitaciones Samuel!, qué bien escribís! Nadia.
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