martes, 27 de octubre de 2009
LENNON, JOHNN: Imagina
Sin infierno abajo, sólo el firmamento encima nuestro.
Imagina a toda la gente viviendo para hoy.
Imagina que no hay países... no es tan difícil hacerlo.
Nada por quien matar o morir.
Y tampoco ninguna religión.
.
Podrás decir que soy un soñador,
Pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros
Y el mundo será uno solo.
.
Imagina que no hay posesiones...
me pregunto si podés.
Que no hay ninguna necesidad de codicia o hambre,
una hermandad del hombre.
Imagina toda la gente compartiendo todo el mundo.
Podrás decir que soy un soñador,
pero no soy el único.
Espero que algún día te unas a nosotros
y el mundo será uno solo.
.
.miércoles, 21 de octubre de 2009
BORGES, Jorge Luis: El fin
Recabarren, tendido, entreabrió los ojos y vio el oblicuo cielo raso de junco. De la otra pieza le llegaba un rasgueo de guitarra, una suerte de pobrísimo laberinto que se enredaba y desataba infinitamente… Recobró poco a poco la realidad, las cosas cotidianas que ya no cambiaría nunca por otras. Miró sin lástima su gran cuerpo inútil, el poncho de lana ordinaria que le envolvía las piernas. Afuera, más allá de los barrotes de la ventana, se dilataban la llanura y la tarde; había dormido, pero aun quedaba mucha luz en el cielo. Con el brazo izquierdo tanteó dar con un cencerro de bronce que había al pie del catre. Una o dos veces lo agitó; del otro lado de la puerta seguían llegándole los modestos acordes. El ejecutor era un negro que había aparecido una noche con pretensiones de cantor y que había desafiado a otro forastero a una larga payada de contrapunto. Vencido, seguía frecuentando la pulpería, como a la espera de alguien. Se pasaba las horas con la guitarra, pero no había vuelto a cantar; acaso la derrota lo había amargado. La gente ya se había acostumbrado a ese hombre inofensivo. Recabarren, patrón de la pulpería, no olvidaría ese contrapunto; al día siguiente, al acomodar unos tercio de yerba, se le había muerto bruscamente el lado derecho y había perdido el habla. A fuerza de apiadarnos de las desdichas de los héroes de la novelas concluímos apiadándonos con exceso de las desdichas propias; no así el sufrido Recabarren, que aceptó la parálisis como antes había aceptado el rigor y las soledades de América. Habituado a vivir en el presente, como los animales, ahora miraba el cielo y pensaba que el cerco rojo de la luna era señal de lluvia. Un chico de rasgos aindiados (hijo suyo, tal vez) entreabrió la puerta. Recabarren le preguntó con los ojos si había algún parroquiano. El chico, taciturno, le dijo por señas que no; el negro no cantaba. El hombre postrado se quedó solo; su mano izquierda jugó un rato con el cencerro, como si ejerciera un poder.
La llanura, bajo el último sol, era casi abstracta, como vista en un sueño. Un punto se agitó en el horizonte y creció hasta ser un jinete, que venía, o parecía venir, a la casa. Recabarren vio el chambergo, el largo poncho oscuro, el caballo moro, pero no la cara del hombre, que, por fin, sujetó el galope y vino acercándose al trotecito. A unas doscientas varas dobló. Recabarren no lo vio más, pero lo oyó chistar, apearse, atar el caballo al palenque y entrar con paso firme en la pulpería.
Sin alzar los ojos del instrumento, donde parecía buscar algo, el negro dijo con dulzura:
—Ya sabía yo, señor, que podía contar con usted.
El otro, con voz áspera, replicó:
—Y yo con vos, moreno. Una porción de días te hice esperar, pero aquí he venido.
Hubo un silencio. Al fin, el negro respondió:
—Me estoy acostumbrando a esperar. He esperado siete años.
El otro explicó sin apuro:
—Más de siete años pasé yo sin ver a mis hijos. Los encontré ese día y no quise mostrarme como un hombre que anda a las puñaladas.
—Ya me hice cargo —dijo el negro—. Espero que los dejó con salud.
El forastero, que se había sentado en el mostrador, se rió de buena gana. Pidió una caña y la paladeó sin concluirla.
—Les di buenos consejos —declaró—, que nunca están de más y no cuestan nada. Les dije, entre otras cosas, que el hombre no debe derramar la sangre del hombre.
Un lento acorde precedió la respuesta de negro:
—Hizo bien. Así no se parecerán a nosotros.
—Por lo menos a mí —dijo el forastero y añadió como si pensara en voz alta—: Mi destino ha querido que yo matara y ahora, otra vez, me pone el cuchillo en la mano.
El negro, como si no lo oyera, observó:
—Con el otoño se van acortando los días.
—Con la luz que queda me basta —replicó el otro, poniéndose de pie.
Se cuadró ante el negro y le dijo como cansado:
—Dejá en paz la guitarra, que hoy te espera otra clase de contrapunto.
Los dos se encaminaron a la puerta. El negro, al salir, murmuró:
—Tal vez en éste me vaya tan mal como en el primero.
El otro contestó con seriedad:
—En el primero no te fue mal. Lo que pasó es que andabas ganoso de llegar al segundo.
Se alejaron un trecho de las casas, caminando a la par. Un lugar de la llanura era igual a otro y la luna resplandecía. De pronto se miraron, se detuvieron y el forastero se quitó las espuelas. Ya estaban con el poncho en el antebrazo, cuando el negro dijo:
—Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos. Que en este encuentro ponga todo su coraje y toda su maña, como en aquel otro de hace siete años, cuando mató a mi hermano.
Acaso por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio. Su sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acero filoso rayó y marcó la cara del negro.
Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música… Desde su catre, Recabarren vio el fin. Una embestida y el negro reculó, perdió pie, amagó un hachazo a la cara y se tendió en una puñalada profunda, que penetró en el vientre. Después vino otra que el pulpero no alcanzó a precisar y Fierro no se levantó. Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre.
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La llanura, bajo el último sol, era casi abstracta, como vista en un sueño. Un punto se agitó en el horizonte y creció hasta ser un jinete, que venía, o parecía venir, a la casa. Recabarren vio el chambergo, el largo poncho oscuro, el caballo moro, pero no la cara del hombre, que, por fin, sujetó el galope y vino acercándose al trotecito. A unas doscientas varas dobló. Recabarren no lo vio más, pero lo oyó chistar, apearse, atar el caballo al palenque y entrar con paso firme en la pulpería.
Sin alzar los ojos del instrumento, donde parecía buscar algo, el negro dijo con dulzura:
—Ya sabía yo, señor, que podía contar con usted.
El otro, con voz áspera, replicó:
—Y yo con vos, moreno. Una porción de días te hice esperar, pero aquí he venido.
Hubo un silencio. Al fin, el negro respondió:
—Me estoy acostumbrando a esperar. He esperado siete años.
El otro explicó sin apuro:
—Más de siete años pasé yo sin ver a mis hijos. Los encontré ese día y no quise mostrarme como un hombre que anda a las puñaladas.
—Ya me hice cargo —dijo el negro—. Espero que los dejó con salud.
El forastero, que se había sentado en el mostrador, se rió de buena gana. Pidió una caña y la paladeó sin concluirla.
—Les di buenos consejos —declaró—, que nunca están de más y no cuestan nada. Les dije, entre otras cosas, que el hombre no debe derramar la sangre del hombre.
Un lento acorde precedió la respuesta de negro:
—Hizo bien. Así no se parecerán a nosotros.
—Por lo menos a mí —dijo el forastero y añadió como si pensara en voz alta—: Mi destino ha querido que yo matara y ahora, otra vez, me pone el cuchillo en la mano.
El negro, como si no lo oyera, observó:
—Con el otoño se van acortando los días.
—Con la luz que queda me basta —replicó el otro, poniéndose de pie.
Se cuadró ante el negro y le dijo como cansado:
—Dejá en paz la guitarra, que hoy te espera otra clase de contrapunto.
Los dos se encaminaron a la puerta. El negro, al salir, murmuró:
—Tal vez en éste me vaya tan mal como en el primero.
El otro contestó con seriedad:
—En el primero no te fue mal. Lo que pasó es que andabas ganoso de llegar al segundo.
Se alejaron un trecho de las casas, caminando a la par. Un lugar de la llanura era igual a otro y la luna resplandecía. De pronto se miraron, se detuvieron y el forastero se quitó las espuelas. Ya estaban con el poncho en el antebrazo, cuando el negro dijo:
—Una cosa quiero pedirle antes que nos trabemos. Que en este encuentro ponga todo su coraje y toda su maña, como en aquel otro de hace siete años, cuando mató a mi hermano.
Acaso por primera vez en su diálogo, Martín Fierro oyó el odio. Su sangre lo sintió como un acicate. Se entreveraron y el acero filoso rayó y marcó la cara del negro.
Hay una hora de la tarde en que la llanura está por decir algo; nunca lo dice o tal vez lo dice infinitamente y no lo entendemos, o lo entendemos pero es intraducible como una música… Desde su catre, Recabarren vio el fin. Una embestida y el negro reculó, perdió pie, amagó un hachazo a la cara y se tendió en una puñalada profunda, que penetró en el vientre. Después vino otra que el pulpero no alcanzó a precisar y Fierro no se levantó. Inmóvil, el negro parecía vigilar su agonía laboriosa. Limpió el facón ensangrentado en el pasto y volvió a las casas con lentitud, sin mirar para atrás. Cumplida su tarea de justiciero, ahora era nadie. Mejor dicho era el otro: no tenía destino sobre la tierra y había matado a un hombre.
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sábado, 17 de octubre de 2009
ALUMNOS QUE ESCRIBEN...
AMO
.
Simplemente, amor…
la simpleza de tu ser
tus ojos que me envuelven
con miradas de ensueño
.
Simplemente, amo…
tu piel color pasión
que escribe mis palabras
nacidas de mi corazón
.
Simplemente, amo…
tu sonrisa en la vida
que alimenta la rosa
nacida en mí
.
Simplemente, amo…
tu tristeza en días grises
que ve nacer una lágrima
de mis sentidos
.
Simplemente, amo….
el susurro de tu corazón
que es todo en mi vida
que es mi esperanza
.
Simplemente, amo… amo tu amor.
.
Confidente de mi sueños…
no le escribo al amor, el amor escribe conmigo…
Simplemente, amor…
la simpleza de tu ser
tus ojos que me envuelven
con miradas de ensueño
.
Simplemente, amo…
tu piel color pasión
que escribe mis palabras
nacidas de mi corazón
.
Simplemente, amo…
tu sonrisa en la vida
que alimenta la rosa
nacida en mí
.
Simplemente, amo…
tu tristeza en días grises
que ve nacer una lágrima
de mis sentidos
.
Simplemente, amo….
el susurro de tu corazón
que es todo en mi vida
que es mi esperanza
.
Simplemente, amo… amo tu amor.
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Confidente de mi sueños…
no le escribo al amor, el amor escribe conmigo…
Te Amo.
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Bernabé Acevedo - 3er. año "A" (2009)
miércoles, 14 de octubre de 2009
CONVIVIR CON EL LIBRO DIGITAL
Argentina es el invitado de honor de la próxima edición de la Feria del Libro de Frankfurt. Tras la de Chicago, ésta es la más importante del sector, a juzgar por la calidad de los participantes y por el volumen de las operaciones que se realizan.
Argentina, cuna y espejo de literatos inmortales, tiene en la Feria del Libro de Frankfurt 2010 una buena oportunidad para confirmar y engrandecer la posición que ocupa en el universal escenario del libro. En la actual edición 2009, los libros digitales son los que ostentan el protagonismo de esta feria comercial que se celebra en estos días en esa ciudad alemana.
Argentina, cuna y espejo de literatos inmortales, tiene en la Feria del Libro de Frankfurt 2010 una buena oportunidad para confirmar y engrandecer la posición que ocupa en el universal escenario del libro. En la actual edición 2009, los libros digitales son los que ostentan el protagonismo de esta feria comercial que se celebra en estos días en esa ciudad alemana.
Las grandes editoriales y la electrónica de consumo apuestan por un futuro que ya está aquí, y unen fuerzas para fomentar una nueva forma de lectura, la del libro digital. Proponen que el público salte del papel a la pantalla. El concepto es tan revolucionario que la noticia sobre la llegada del libro digital ha provocado que algunas voces, con espíritu apocalíptico, ya quieran escribir la nota necrológica: el libro tradicional ha muerto, dicen.
El debate sobre la presunta muerte del libro de papel es una cuestión repetida, pero no tiene argumentos sólidos. Ya a finales del siglo XIX, toda una corriente de escritores presagiaba que el libro caería en desuso porque había llegado a manos de todo el mundo. Medio siglo después, el éxito de la televisión fundamentó las catastrofistas previsiones del pensador Marshall McLuhan, que se apresuró a sacrificar la imprenta en el altar del progreso.
Ahora, la informática y las telecomunicaciones cuestionan la modernidad del libro, del que incluso han dicho que es un fenómeno históricamente frágil, condenado a convertirse en un objeto de lujo o de anticuario. Anunciar la muerte del libro impreso no es, por tanto, un fenómeno nuevo. Pero es falso el debate sobre el final del libro de papel. El marketing lo fomenta deliberadamente, tal vez porque se niega a reconocer que las diversas dimensiones del libro están destinadas a convivir.
El concepto de libro, confinado hasta hace poco al mundo impreso, al mundo de los soportes físicos, se ha ampliado como resultado de diversas innovaciones que ahora permiten aumentar la difusión de un texto. Con la aparición de los libros para ciegos, los audiolibros y los libros digitales, ha sido necesario redefinir el concepto de libro, que ya no se puede considerar sólo como un conjunto de hojas encuadernadas.
Más que discutir sobre dos formatos (libro en papel, libro digital), conviene debatir sobre dos tipos de lectura.
Por un lado está lo que podría llamarse la lectura del pescador: lenta y pausada, es la lectura del goce placentero, es la lectura que trata de llegar a la profundidad, que quiere avanzar lentamente. Es la manera de leer que hoy se asocia al libro en papel. Por otro lado está la lectura del cazador: es la que va a la caza de una información, es la lectura que investiga, que apunta en una dirección y después en otra. Es la lectura de superficie, casi instantánea, que propone la electrónica.
Son dos posibilidades de lectura, paralelas y no excluyentes, una no sustituye a la otra. Los libros de consulta (diccionarios, enciclopedias) se publicarán cada vez más en soporte digital, mientras que los otros libros continuarán publicándose en papel por razones ergonómicas: es más cómodo leer en papel que en pantalla. Incluso cuando el libro está disponible por vía electrónica, la mayoría de los lectores imprime para leer. Por tanto, los diversos soportes y las diversas formas de lectura convivirán de una forma tan inevitable como enriquecedora.
El placer de leer un clásico de la literatura universal en una buena edición no puede compararse con la lectura en pantalla, ni la pantalla crea un vínculo emocional tan intenso como el que un libro de bolsillo llega a establecer con el lector. El libro digital no pretende competir en estos términos. Sólo aspira a ofrecer nuevas posibilidades para acceder al contenido, y entonces el lector puede elegir entre un formato u otro según la necesidad del momento. El libro impreso se complementa con el libro digital, que puede transmitir su contenido a distancia y de manera inmediata.
En consecuencia, el libro en papel no está amenazado por la llegada del libro digital porque continúa presentando los contenidos de una manera más eficaz que los medios electrónicos. El libro impreso es un objeto perfecto que ha sido sometido a una depuración de más de cinco siglos, durante los cuales se han afinado sus mecanismos textuales. Y estamos tan acostumbrados a abrir las páginas de un libro que ni siquiera nos damos plena cuenta de ello.
Más allá de cómo evolucionen los soportes en el futuro, lo importante es que estos soportes sean útiles ahora. Y que el libro sea más accesible, y esté al alcance de más personas, para que pueda acceder quien antes no podía. Pero la tecnología digital también plantea retos a los lectores: ser un lector culto, actualmente, implica saber utilizar determinadas herramientas que guardan poca relación con el pasado.
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Fuente: DIARIO UNO DE SANTA FE
domingo, 11 de octubre de 2009
ALUMNOS QUE ESCRIBEN...
Hoy inauguramos un nuevo espacio en nuestro blog, "ALUMNOS QUE ESCRIBEN...", destinado a todos aquellos alumnos de nuestra escuela a los que les gusta escribir poemas, cuentos, algún pensamiento o cualquier otra idea, y no encuentran un lugar donde manifestarse.
LENGUA EN LIBERTAD les brinda ahora ese lugar. Aquí estarán nuestros ALUMNOS QUE ESCRIBEN...
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EL FANTASMA DEL PASADO
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Hoy sintió dolor, bronca e impotencia
Cosas de la vida que te llevan a la angustia
Le duele la falta de palabra
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Hoy no comprende el porqué
Todo está mal
Quizás, los fantasmas de su pasado
Están a punto de estallar
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Sus ojos brillan, y una pequeña lágrima
Se derrama sobre su mejilla pálida
¿Qué me sucede? Se interrogó
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Hoy siento mi corazón herido,
Apretado, ofendido
Dijo en su pensamiento
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La sensibilidad se notó en su rostro
Hoy siente quebrar su alma,
Su dolor, su todo, vuelca en un papel
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El pasado marca su vida,
Lleva sus sufrimientos al presente
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Su secreto los guarda en su interior,
Pero de vez en cuando regresa ese fantasma
Y le destroza la vida.
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Guadalupe Urquiza - 3er. año “A” (2009)
martes, 6 de octubre de 2009
EL DISCURSO LITERARIO
En la vida diaria, las personas se encuentran en situaciones de comunicación donde cuentan episodios presentes o recuerdan, expresan sus emociones, e incluso realizan algunas acciones (como gestos corporales y señas) que acompañan al discurso, con el propósito de hacerse comprender. A veces el intercambio de ideas y sentimientos se realiza oralmente y otras de manera escrita.
En literatura ocurre algo similar: se cuentan historias, se expresan emociones y se representan acciones.
Hay que saber diferenciar cuándo un texto pertenece al intercambio cotidiano (chistes, anécdotas, diálogos) y cuándo un texto se convierte en una obra literaria (cuento, novela, poema, obra de teatro).
Los textos literarios exponen la imaginación, el ingenio y la sensibilidad de sus autores y despiertan en sus lectores diferentes emociones y reflexiones. Brindan conocimiento y contribuyen a que el lector observe personajes con distintas características y temperamentos, la calidad de las acciones y vínculos que entre ellos se establecen, y las peculiaridades de paisajes y regiones desconocidas del país y del mundo.
A través de la actitud relajada que surge de leer un libro, mucha gente puede dialogar sobre sus propias emociones y pensamientos, y también puede reflexionar sobre las actitudes de otras personas y sobre lo que ocurre a su alrededor, en el lugar donde vive. Si bien todas las obras literarias son diferentes, se sabe que de acuerdo con el fin que buscan sus autores, pueden agruparse entre sí sobre la base de ciertas cualidades compartidas. No es lo mismo escribir una poesía para un amigo que escribir el texto de una obra de teatro que se va a representar en una escuela. Los objetivos son distintos.
Por eso se afirma que las obras literarias presentan formatos diferentes, que se adecuan a sus finalidades específicas.
Toda obra literaria es producida por el autor –o los autores- con un efecto estético, una impresión de belleza, utilizando el lenguaje de una manera muy particular. Es la representación de un suceso, de un estado de ánimo o de un concepto o idea por medio de un lenguaje artísticamente elaborado.
La obra literaria es una situación comunicativa imaginaria, distinta de una situación real. Es decir, los hechos o situaciones que ocurren en una obra literaria pertenecen siempre al ámbito de la ficción, al mundo imaginario.
Aunque se basen en hechos ocurridos realmente y tomen elementos de la realidad cotidiana, un cuento, una novela, un poema, una obra de teatro, son siempre parte de la literatura. Con la aparición de hechos reales o verídicos se intenta crear un efecto de realidad.
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En literatura ocurre algo similar: se cuentan historias, se expresan emociones y se representan acciones.
Hay que saber diferenciar cuándo un texto pertenece al intercambio cotidiano (chistes, anécdotas, diálogos) y cuándo un texto se convierte en una obra literaria (cuento, novela, poema, obra de teatro).
Los textos literarios exponen la imaginación, el ingenio y la sensibilidad de sus autores y despiertan en sus lectores diferentes emociones y reflexiones. Brindan conocimiento y contribuyen a que el lector observe personajes con distintas características y temperamentos, la calidad de las acciones y vínculos que entre ellos se establecen, y las peculiaridades de paisajes y regiones desconocidas del país y del mundo.
A través de la actitud relajada que surge de leer un libro, mucha gente puede dialogar sobre sus propias emociones y pensamientos, y también puede reflexionar sobre las actitudes de otras personas y sobre lo que ocurre a su alrededor, en el lugar donde vive. Si bien todas las obras literarias son diferentes, se sabe que de acuerdo con el fin que buscan sus autores, pueden agruparse entre sí sobre la base de ciertas cualidades compartidas. No es lo mismo escribir una poesía para un amigo que escribir el texto de una obra de teatro que se va a representar en una escuela. Los objetivos son distintos.
Por eso se afirma que las obras literarias presentan formatos diferentes, que se adecuan a sus finalidades específicas.
Toda obra literaria es producida por el autor –o los autores- con un efecto estético, una impresión de belleza, utilizando el lenguaje de una manera muy particular. Es la representación de un suceso, de un estado de ánimo o de un concepto o idea por medio de un lenguaje artísticamente elaborado.
La obra literaria es una situación comunicativa imaginaria, distinta de una situación real. Es decir, los hechos o situaciones que ocurren en una obra literaria pertenecen siempre al ámbito de la ficción, al mundo imaginario.
Aunque se basen en hechos ocurridos realmente y tomen elementos de la realidad cotidiana, un cuento, una novela, un poema, una obra de teatro, son siempre parte de la literatura. Con la aparición de hechos reales o verídicos se intenta crear un efecto de realidad.
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FICCIÓN
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Se dice que un texto es ficticio cuando lo que se narra es una historia imaginada por el autor, quien construye un narrador que tiene a su cargo el relato.
A pesar de que algunas veces los cuentos y novelas se originan en sucesos reales, la elaboración de la historia es invención del autor. A través de su imaginación, el escritor puede crear una historia formada por hechos posibles en el mundo real o una historia que relata sucesos que no podrían ocurrir nunca en la realidad.
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Se dice que un texto es ficticio cuando lo que se narra es una historia imaginada por el autor, quien construye un narrador que tiene a su cargo el relato.
A pesar de que algunas veces los cuentos y novelas se originan en sucesos reales, la elaboración de la historia es invención del autor. A través de su imaginación, el escritor puede crear una historia formada por hechos posibles en el mundo real o una historia que relata sucesos que no podrían ocurrir nunca en la realidad.
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OBRA LITERARIA: MUNDO REAL Y MUNDO IMAGINARIO
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En toda obra literaria hay:
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En toda obra literaria hay:
1) un hablante real - un hablante imaginario
2) un oyente real - un oyente imaginario
3) un mensaje real - un mensaje imaginario
4) un mundo real - un mundo imaginario
2) un oyente real - un oyente imaginario
3) un mensaje real - un mensaje imaginario
4) un mundo real - un mundo imaginario
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En el plano de la realidad debemos tener en cuenta todas aquellas personas o conceptos que realmente existen: autor del texto, lector, texto escrito, contexto (tiempo y lugar en los que se escribió la obra).
En el plano de lo imaginario hablaremos del narrador o “yo lírico”, del destinatario, del mensaje último del texto y del mundo en el que se desarrolla la ficción (tiempo y lugar).
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En el plano de la realidad debemos tener en cuenta todas aquellas personas o conceptos que realmente existen: autor del texto, lector, texto escrito, contexto (tiempo y lugar en los que se escribió la obra).
En el plano de lo imaginario hablaremos del narrador o “yo lírico”, del destinatario, del mensaje último del texto y del mundo en el que se desarrolla la ficción (tiempo y lugar).
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Ejemplo:
(fragmento)
.
(...)
¿Comprendéis por qué
el poeta y el soldado
pueden ser una misma cosa?
.
Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.
.
Raúl González Tuñón
Argentina, 1905/1974
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(...)
¿Comprendéis por qué
el poeta y el soldado
pueden ser una misma cosa?
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Subiré al cielo,
le pondré gatillo a la luna
y desde arriba fusilaré al mundo,
suavemente,
para que esto cambie de una vez.
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Raúl González Tuñón
Argentina, 1905/1974
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H.R.: Raúl González Tuñón
O.R.: El lector
ME.R.: Texto completo
Mu.R.: Tiempo y lugar donde el H.R. escribió su obra.
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H.I.: Yo lírico (1ra. Persona del singular)
O.I.: Vosotros (2da. Persona del plural)
ME.I.: Situación ficticia: comparación entre un poeta y un soldado, ansias de cambiar el mundo, etc.
Mu.I.: Cielo, luna, mundo.
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HABLANTE REAL Y HABLANTE IMAGINARIO
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En una obra literaria es preciso diferenciar al hablante real, es decir, al AUTOR, que es la persona real que inventa la historia y la escribe, del hablante imaginario, que es la figura ficticia que el autor construye, inventa, para que narre una historia o manifieste sus sentimientos. En el caso de la narración, se lo llamará NARRADOR (que puede estar en primera o tercera persona gramatical); y en el caso de la lírica, se lo llamará “YO LÍRICO”.
En el fragmento de La luna con gatillo, el hablante real es el autor, es decir, Raúl González Tuñón, de existencia física real; es él quien creó una 1ª persona del singular (un “yo lírico”) para expresar sus propios sentimientos. Como el ámbito de toda obra literaria es la ficción, mal podría considerarse al autor como perteneciente a ese mundo.
O.R.: El lector
ME.R.: Texto completo
Mu.R.: Tiempo y lugar donde el H.R. escribió su obra.
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H.I.: Yo lírico (1ra. Persona del singular)
O.I.: Vosotros (2da. Persona del plural)
ME.I.: Situación ficticia: comparación entre un poeta y un soldado, ansias de cambiar el mundo, etc.
Mu.I.: Cielo, luna, mundo.
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HABLANTE REAL Y HABLANTE IMAGINARIO
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En una obra literaria es preciso diferenciar al hablante real, es decir, al AUTOR, que es la persona real que inventa la historia y la escribe, del hablante imaginario, que es la figura ficticia que el autor construye, inventa, para que narre una historia o manifieste sus sentimientos. En el caso de la narración, se lo llamará NARRADOR (que puede estar en primera o tercera persona gramatical); y en el caso de la lírica, se lo llamará “YO LÍRICO”.
En el fragmento de La luna con gatillo, el hablante real es el autor, es decir, Raúl González Tuñón, de existencia física real; es él quien creó una 1ª persona del singular (un “yo lírico”) para expresar sus propios sentimientos. Como el ámbito de toda obra literaria es la ficción, mal podría considerarse al autor como perteneciente a ese mundo.
GÉNEROS LITERARIOS TRADICIONALES
A partir del siglo XVIII en la teoría literaria moderna se impuso ampliamente el reconocimiento de tres grandes géneros literarios: lírica, narrativa y drama, como patrones generales. Así toda la escritura literaria podría subordinarse a una de estas tres formas.
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GÉNERO LÍRICO
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GÉNERO LÍRICO
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Se llaman líricos aquellos textos que representan el “yo” o la subjetividad del autor, es decir, que satisfacen su necesidad de expresar lo que siente y contempla.
Suele asociarse a esta clase de textos sólo con escritos en verso; pero esto no implica que toda composición en verso sea lírica o poética, ni tampoco que los textos escritos en prosa carezcan de poesía. Lo lírico puede estar presente en todos los géneros.
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La palabra lírica proviene de “lira”, antiguo instrumento musical de cuerdas. Los antiguos solían acompañar el recitado de las composiciones poéticas con una lira. Por extensión, la lira pasó a representar el canto mismo del poeta y de sus creaciones.
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Definiciones del diccionario
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LÍRICA (del latín lyricus) adj.: 1. Perteneciente o relativo a la lira o a la poesía propia para el canto. 2. Lit. Se aplica al género de poesía en que el poeta canta sus propios afectos e ideas y, por regla general, a todas las obras en verso que no son épicas o dramáticas.
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LIRA (del latín lyra y éste del griego lyra) s.f.: 1. Mús. Instrumento de música antiguo, de cuerda, que se tocaba con las dos manos.
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Ejemplo:
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Se llaman líricos aquellos textos que representan el “yo” o la subjetividad del autor, es decir, que satisfacen su necesidad de expresar lo que siente y contempla.
Suele asociarse a esta clase de textos sólo con escritos en verso; pero esto no implica que toda composición en verso sea lírica o poética, ni tampoco que los textos escritos en prosa carezcan de poesía. Lo lírico puede estar presente en todos los géneros.
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La palabra lírica proviene de “lira”, antiguo instrumento musical de cuerdas. Los antiguos solían acompañar el recitado de las composiciones poéticas con una lira. Por extensión, la lira pasó a representar el canto mismo del poeta y de sus creaciones.
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Definiciones del diccionario
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LÍRICA (del latín lyricus) adj.: 1. Perteneciente o relativo a la lira o a la poesía propia para el canto. 2. Lit. Se aplica al género de poesía en que el poeta canta sus propios afectos e ideas y, por regla general, a todas las obras en verso que no son épicas o dramáticas.
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LIRA (del latín lyra y éste del griego lyra) s.f.: 1. Mús. Instrumento de música antiguo, de cuerda, que se tocaba con las dos manos.
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Ejemplo:
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VERSOS SENCILLOS
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Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme, quiero
echar mis versos del alma.
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He visto vivir a un hombre
con el puñal al costado,
sin decir jamás el nombre
de aquella que lo ha matado.
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Yo soy un hombre sincero
de donde crece la palma,
y antes de morirme, quiero
echar mis versos del alma.
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He visto vivir a un hombre
con el puñal al costado,
sin decir jamás el nombre
de aquella que lo ha matado.
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Rápida como un reflejo,
dos veces vi el alma, dos:
cuando murió el pobre viejo,
cuando ella me dijo adiós.
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Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere:
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla y muere.
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Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar:
el arroyo de la sierra
me complace más que el mar.
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Estimo a quien de un revés
echa por tierra a un tirano:
lo estimo, si es un cubano,
lo estimo, si aragonés.
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Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombre;
¡la esclavitud de los hombres
es la gran pena de mundo!
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Tiene el señor presidente
un jardín con una fuente,
y un tesoro en oro y trigo:
tengo más, tengo un amigo.
.
Rápida como un reflejo,
dos veces vi el alma, dos:
cuando murió el pobre viejo,
cuando ella me dijo adiós.
.
Oculto en mi pecho bravo
la pena que me lo hiere:
el hijo de un pueblo esclavo
vive por él, calla y muere.
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Con los pobres de la tierra
quiero yo mi suerte echar:
el arroyo de la sierra
me complace más que el mar.
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Estimo a quien de un revés
echa por tierra a un tirano:
lo estimo, si es un cubano,
lo estimo, si aragonés.
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Yo sé de un pesar profundo
entre las penas sin nombre;
¡la esclavitud de los hombres
es la gran pena de mundo!
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Tiene el señor presidente
un jardín con una fuente,
y un tesoro en oro y trigo:
tengo más, tengo un amigo.
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GÉNERO NARRATIVO
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Es el discurso literario en el que se evoca todo un mundo, al que describe, y comunica hechos que transcurren en el tiempo y en un determinado lugar, del que participan personajes. La narración moderna está escrita en su mayoría en prosa, aunque también podemos encontrar discursos narrativos escritos en verso (prosa poética). Son parte de la narrativa los cuentos, las novelas, los relatos, las leyendas, etc.
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Definiciones del diccionario
.
NARRACIÓN: f. Relato (SINÓN. Anécdota) Acción y efecto de narrar o contar. // Ret. Parte del discurso que expone los hechos.
.
NARRAR: v.t. (del lat. Narrare). Relatar, referir, contar algún suceso (SINON. Explicar).
.
NARRATIVA: f. Narración. // Habilidad en narrar. // Género literario que abarca el cuento, el relato y la novela.
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Ejemplo:
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Definiciones del diccionario
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NARRACIÓN: f. Relato (SINÓN. Anécdota) Acción y efecto de narrar o contar. // Ret. Parte del discurso que expone los hechos.
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NARRAR: v.t. (del lat. Narrare). Relatar, referir, contar algún suceso (SINON. Explicar).
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NARRATIVA: f. Narración. // Habilidad en narrar. // Género literario que abarca el cuento, el relato y la novela.
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Ejemplo:
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LUNA
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Jacobo, el niño tonto, solía subirse a la azotea y espiar la vida de los vecinos.
Esa noche de verano, el farmacéutico y su señora estaban en el patio, bebiendo un refresco y comiendo una torta, cuando oyeron que el niño andaba en la azotea.
—¡Chist! —cuchicheó el farmacéutico a su mujer—. Ahí está otra vez el tonto. No mires. Debe estar espiándonos. Le voy a dar una lección. Sígueme la conversación como si nada...
Entonces, alzando la voz, dijo:
—Esta torta está sabrosísima. Tendrás que guardarla cuando entremos, no sea que alguien se la robe.
—¡Cómo la van a robar! La puerta de calle está cerrada con llave. Las ventanas, con las persianas apestilladas.
—Y... alguien podría bajar de la azotea.
—Imposible. No hay escaleras; las paredes del patio son lisas...
—Bueno, te diré un secreto. En noches como esta, bastaría que una persona dijera tres veces “tarasá” para que, arrojándose de cabeza, se deslizase por la luz y llegase sano y salvo aquí, agarrase la torta y escalando los rayos de la luna se fuese contento. Pero vámonos que ya es tarde y hay que dormir.
Se entraron dejando la torta sobre la mesa y se asomaron por una ventana del dormitorio para ver qué hacía el tonto. Lo que vieron fue que el tonto, después de repetir tres veces “tarasá”, se arrojó de cabeza al patio, se deslizó como por un suave tobogán de oro, agarró la torta y con la alegría de un salmón remontó hacia arriba y desapareció entre las chimeneas de la azotea.
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Enrique Anderson Imbert
(Argentina, 1910/2000)
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Jacobo, el niño tonto, solía subirse a la azotea y espiar la vida de los vecinos.
Esa noche de verano, el farmacéutico y su señora estaban en el patio, bebiendo un refresco y comiendo una torta, cuando oyeron que el niño andaba en la azotea.
—¡Chist! —cuchicheó el farmacéutico a su mujer—. Ahí está otra vez el tonto. No mires. Debe estar espiándonos. Le voy a dar una lección. Sígueme la conversación como si nada...
Entonces, alzando la voz, dijo:
—Esta torta está sabrosísima. Tendrás que guardarla cuando entremos, no sea que alguien se la robe.
—¡Cómo la van a robar! La puerta de calle está cerrada con llave. Las ventanas, con las persianas apestilladas.
—Y... alguien podría bajar de la azotea.
—Imposible. No hay escaleras; las paredes del patio son lisas...
—Bueno, te diré un secreto. En noches como esta, bastaría que una persona dijera tres veces “tarasá” para que, arrojándose de cabeza, se deslizase por la luz y llegase sano y salvo aquí, agarrase la torta y escalando los rayos de la luna se fuese contento. Pero vámonos que ya es tarde y hay que dormir.
Se entraron dejando la torta sobre la mesa y se asomaron por una ventana del dormitorio para ver qué hacía el tonto. Lo que vieron fue que el tonto, después de repetir tres veces “tarasá”, se arrojó de cabeza al patio, se deslizó como por un suave tobogán de oro, agarró la torta y con la alegría de un salmón remontó hacia arriba y desapareció entre las chimeneas de la azotea.
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Enrique Anderson Imbert
(Argentina, 1910/2000)
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GÉNERO DRAMÁTICO
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Se denomina DRAMA o TEATRO al discurso literario en el cual la representación de las acciones surge en forma predominantemente de diálogo entre los diferentes personajes.. Toda obra dramática es escrita por su autor con la intención de una futura representación. El autor crea personajes que en el texto dramático se relacionan a través del diálogo para representar diversas situaciones. Cuando un director teatral lleva las acciones a escena, el texto se transformará en espectacular donde a los personajes les darán vida los actores.
Se denomina DRAMA o TEATRO al discurso literario en el cual la representación de las acciones surge en forma predominantemente de diálogo entre los diferentes personajes.. Toda obra dramática es escrita por su autor con la intención de una futura representación. El autor crea personajes que en el texto dramático se relacionan a través del diálogo para representar diversas situaciones. Cuando un director teatral lleva las acciones a escena, el texto se transformará en espectacular donde a los personajes les darán vida los actores.
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Como transcribir una obra de teatro sería demasiado extenso, se transcribe a continuación un fragmento de obra Esperando a Godot, del dramaturgo irlandés Samuel Beckett (1906/1989).
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Como transcribir una obra de teatro sería demasiado extenso, se transcribe a continuación un fragmento de obra Esperando a Godot, del dramaturgo irlandés Samuel Beckett (1906/1989).
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ESTRAGÓN.— (...) Vámonos.
VLADIMIRO.— No podemos.
ESTRAGÓN.—¿Por qué?
VLADIMIRO.— Estamos esperando a GODOT.
ESTRAGÓN.— Es verdad. (Un tiempo) ¿Estás seguro de que es aquí?
VLADIMIRO.— ¿El qué?
ESTRAGÓN.— Donde hay que esperar.
VLADIMIRO.— Dijo que delante del árbol. (Miran al árbol). ¿Ves otros?
ESTRAGÓN.— ¿Qué debe ser?
VLADIMIRO.— Se diría que es un Sauce llorón.
ESTRAGÓN.— ¿Dónde están las hojas?
VLADIMIRO.— Ha de estar muerto.
ESTRAGÓN.— Basta de lloros.
VLADIMIRO.— Salvo que no sea la estación.
ESTRAGÓN.— ¿No será más bien un arbolito?
VLADIMIRO.— Un arbusto.
ESTRAGÓN.— Un arbolito.
VLADIMIRO.— Un... (Se recobra). ¿Qué quieres insinuar? ¿Qué nos hemos equivocado de sitio?
ESTRAGÓN.— Ya tendría que estar aquí.
VLADIMIRO.— No aseguró que vendría.
ESTRAGÓN.— ¿Y si no viene?
VLADIMIRO.— Volveremos mañana.
ESTRAGÓN.— Y después pasado mañana.
VLADIMIRO.— Tal vez.
ESTRAGÓN.— Y así sucesivamente.
VLADIMIRO.— Es decir...
ESTRAGÓN.— Hasta que venga.
VLADIMIRO.— No podemos.
ESTRAGÓN.—¿Por qué?
VLADIMIRO.— Estamos esperando a GODOT.
ESTRAGÓN.— Es verdad. (Un tiempo) ¿Estás seguro de que es aquí?
VLADIMIRO.— ¿El qué?
ESTRAGÓN.— Donde hay que esperar.
VLADIMIRO.— Dijo que delante del árbol. (Miran al árbol). ¿Ves otros?
ESTRAGÓN.— ¿Qué debe ser?
VLADIMIRO.— Se diría que es un Sauce llorón.
ESTRAGÓN.— ¿Dónde están las hojas?
VLADIMIRO.— Ha de estar muerto.
ESTRAGÓN.— Basta de lloros.
VLADIMIRO.— Salvo que no sea la estación.
ESTRAGÓN.— ¿No será más bien un arbolito?
VLADIMIRO.— Un arbusto.
ESTRAGÓN.— Un arbolito.
VLADIMIRO.— Un... (Se recobra). ¿Qué quieres insinuar? ¿Qué nos hemos equivocado de sitio?
ESTRAGÓN.— Ya tendría que estar aquí.
VLADIMIRO.— No aseguró que vendría.
ESTRAGÓN.— ¿Y si no viene?
VLADIMIRO.— Volveremos mañana.
ESTRAGÓN.— Y después pasado mañana.
VLADIMIRO.— Tal vez.
ESTRAGÓN.— Y así sucesivamente.
VLADIMIRO.— Es decir...
ESTRAGÓN.— Hasta que venga.
(...)
ESTRAGÓN.— Didi.
VLADIMIRO.— Sí.
ESTRAGÓN.— No puedo seguir así.
VLADIMIRO.— Fácil de decir.
ESTRAGÓN.— ¿Si nos separásemos? Tal vez nos fuese mejor.
VLADIMIRO.— Nos ahorcaremos mañana. (Un tiempo). Salvo que venga Godot.
ESTRAGÓN.— ¿Y si viene?
VLADIMIRO.— Nos habremos salvado.. (Se quita el sombrero —el de Lucky—, mira dentro, pasa la mano, lo sacude y se lo vuelve a poner).
ESTRAGÓN.— ¿Vamos, entonces?
VLADIMIRO.— Levántate el pantalón.
ESTRAGÓN.— ¿Cómo?
VLADIMIRO.— Levántate el pantalón.
ESTRAGÓN.— ¿Qué me saque el pantalón?
VLADIMIRO.— Que te lo LEVANTES.
ESTRAGÓN.— Es verdad. (Se levanta el pantalón. Silencio).
VLADIMIRO.— ¿Vamos, entonces?
ESTRAGÓN.— Vamos.
No se mueven.
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TELÓN
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ESTRAGÓN.— Didi.
VLADIMIRO.— Sí.
ESTRAGÓN.— No puedo seguir así.
VLADIMIRO.— Fácil de decir.
ESTRAGÓN.— ¿Si nos separásemos? Tal vez nos fuese mejor.
VLADIMIRO.— Nos ahorcaremos mañana. (Un tiempo). Salvo que venga Godot.
ESTRAGÓN.— ¿Y si viene?
VLADIMIRO.— Nos habremos salvado.. (Se quita el sombrero —el de Lucky—, mira dentro, pasa la mano, lo sacude y se lo vuelve a poner).
ESTRAGÓN.— ¿Vamos, entonces?
VLADIMIRO.— Levántate el pantalón.
ESTRAGÓN.— ¿Cómo?
VLADIMIRO.— Levántate el pantalón.
ESTRAGÓN.— ¿Qué me saque el pantalón?
VLADIMIRO.— Que te lo LEVANTES.
ESTRAGÓN.— Es verdad. (Se levanta el pantalón. Silencio).
VLADIMIRO.— ¿Vamos, entonces?
ESTRAGÓN.— Vamos.
No se mueven.
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TELÓN
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HIBRIDACIÓN GENÉRICA
.
En la actualidad, sin embargo, la teoría literaria relativiza los supuestos límites entre los géneros literarios tradicionales vistos anteriormente. Esto quiere decir que es posible, por ejemplo, encontrar poemas fuertemente narrativos, relatos netamente poéticos u obras dramáticas con elementos esencialmente líricos o narrativos.
HIBRIDACIÓN GENÉRICA
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En la actualidad, sin embargo, la teoría literaria relativiza los supuestos límites entre los géneros literarios tradicionales vistos anteriormente. Esto quiere decir que es posible, por ejemplo, encontrar poemas fuertemente narrativos, relatos netamente poéticos u obras dramáticas con elementos esencialmente líricos o narrativos.
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Ejemplos:
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BODAS DE SANGRE (fragmento)
.
LEONARDO.
Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.
(la abraza fuertemente)
NOVIA.
Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo,
(dramática)
como si fuera una perra.
¡Porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.
LEONARDO.
Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
¡Vamos!
(la arrastra)
NOVIA.
¿Adónde me llevas?
LEONARDO.
A donde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!
.
Federico García Lorca
(España, 1898/1936)
.
EN LO ÍNTIMO (fragmento)
.
A veces busco un tono. Adelgazado, mío. Entrañable.
Puede ser un callejón perdido, cruzado por los cuises, bordado en lo alto por bandadas de gorriones y de tordos. (...)
O recorrer el campo resbaladizo, al tranco alerta. Viendo algún poste caído en la noche de tormenta, con los perros infaltables y allá lejos la bola húmeda del sol en fuga hacia el crepúsculo. (...)
En ese galpón de chacra no me fue vedado nada, ni siquiera el más difícil e inexpugnable imperio que los hombres imaginaron alguna vez. Allí, en ese reducto perdido en una pampa llena de maizales dorados, allí tal vez empecé buscando un tono para contar historias.
El tono que me permite —hasta hoy— seguir viviendo.
BODAS DE SANGRE (fragmento)
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LEONARDO.
Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.
(la abraza fuertemente)
NOVIA.
Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo,
(dramática)
como si fuera una perra.
¡Porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.
LEONARDO.
Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
¡Vamos!
(la arrastra)
NOVIA.
¿Adónde me llevas?
LEONARDO.
A donde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!
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Federico García Lorca
(España, 1898/1936)
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EN LO ÍNTIMO (fragmento)
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A veces busco un tono. Adelgazado, mío. Entrañable.
Puede ser un callejón perdido, cruzado por los cuises, bordado en lo alto por bandadas de gorriones y de tordos. (...)
O recorrer el campo resbaladizo, al tranco alerta. Viendo algún poste caído en la noche de tormenta, con los perros infaltables y allá lejos la bola húmeda del sol en fuga hacia el crepúsculo. (...)
En ese galpón de chacra no me fue vedado nada, ni siquiera el más difícil e inexpugnable imperio que los hombres imaginaron alguna vez. Allí, en ese reducto perdido en una pampa llena de maizales dorados, allí tal vez empecé buscando un tono para contar historias.
El tono que me permite —hasta hoy— seguir viviendo.
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Jorge Isaías (Argentina, 1946)
Jorge Isaías (Argentina, 1946)
domingo, 4 de octubre de 2009
jueves, 1 de octubre de 2009
PERRAULT, Charles: Caperucita Roja
Gustavo Doré (Francia, 1832/1883)
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Había una vez una niñita en un pueblo, la más bonita que jamás se hubiera visto; su madre estaba enloquecida con ella y su abuela mucho más todavía. Esta buena mujer le había mandado hacer una caperucita roja y le sentaba tanto que todos la llamaban Caperucita Roja.
Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
-¿Vive muy lejos? -le dijo el lobo.
-¡Oh, sí! -dijo Caperucita Roja-, más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.
-Pues bien -dijo el lobo-, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.
-¿Quién es?
-Es su nieta, Caperucita Roja -dijo el lobo, disfrazando la voz-, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.
-¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:
-Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:
-Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:
-Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
-Es para abrazarte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!
-Es para correr mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
-Es para oírte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué ojos tan grandes tiene!
-Es para verte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
-¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.
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Un día su madre, habiendo cocinado unas tortas, le dijo.
-Anda a ver cómo está tu abuela, pues me dicen que ha estado enferma; llévale una torta y este tarrito de mantequilla.
Caperucita Roja partió en seguida a ver a su abuela que vivía en otro pueblo. Al pasar por un bosque, se encontró con el compadre lobo, que tuvo muchas ganas de comérsela, pero no se atrevió porque unos leñadores andaban por ahí cerca. Él le preguntó a dónde iba. La pobre niña, que no sabía que era peligroso detenerse a hablar con un lobo, le dijo:
-Voy a ver a mi abuela, y le llevo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
-¿Vive muy lejos? -le dijo el lobo.
-¡Oh, sí! -dijo Caperucita Roja-, más allá del molino que se ve allá lejos, en la primera casita del pueblo.
-Pues bien -dijo el lobo-, yo también quiero ir a verla; yo iré por este camino, y tú por aquél, y veremos quién llega primero.
El lobo partió corriendo a toda velocidad por el camino que era más corto y la niña se fue por el más largo entreteniéndose en coger avellanas, en correr tras las mariposas y en hacer ramos con las florecillas que encontraba. Poco tardó el lobo en llegar a casa de la abuela; golpea: Toc, toc.
-¿Quién es?
-Es su nieta, Caperucita Roja -dijo el lobo, disfrazando la voz-, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
La cándida abuela, que estaba en cama porque no se sentía bien, le gritó:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
El lobo tiró la aldaba, y la puerta se abrió. Se abalanzó sobre la buena mujer y la devoró en un santiamén, pues hacía más de tres días que no comía. En seguida cerró la puerta y fue a acostarse en el lecho de la abuela, esperando a Caperucita Roja quien, un rato después, llegó a golpear la puerta: Toc, toc.
-¿Quién es?
Caperucita Roja, al oír la ronca voz del lobo, primero se asustó, pero creyendo que su abuela estaba resfriada, contestó:
-Es su nieta, Caperucita Roja, le traigo una torta y un tarrito de mantequilla que mi madre le envía.
El lobo le gritó, suavizando un poco la voz:
-Tira la aldaba y el cerrojo caerá.
Caperucita Roja tiró la aldaba y la puerta se abrió. Viéndola entrar, el lobo le dijo, mientras se escondía en la cama bajo la frazada:
-Deja la torta y el tarrito de mantequilla en la repisa y ven a acostarte conmigo.
Caperucita Roja se desviste y se mete a la cama y quedó muy asombrada al ver la forma de su abuela en camisa de dormir. Ella le dijo:
-Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!
-Es para abrazarte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué piernas tan grandes tiene!
-Es para correr mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué orejas tan grandes tiene!
-Es para oírte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué ojos tan grandes tiene!
-Es para verte mejor, hija mía.
-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
-¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.
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Fin
.MORALEJA
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Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.
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Aquí vemos que la adolescencia,
en especial las señoritas,
bien hechas, amables y bonitas
no deben a cualquiera oír con complacencia,
y no resulta causa de extrañeza
ver que muchas del lobo son la presa.
Y digo el lobo, pues bajo su envoltura
no todos son de igual calaña:
Los hay con no poca maña,
silenciosos, sin odio ni amargura,
que en secreto, pacientes, con dulzura
van a la siga de las damiselas
hasta las casas y en las callejuelas;
más, bien sabemos que los zalameros
entre todos los lobos ¡ay! son los más fieros.
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La verdadera historia de Caperucita Roja
.El famoso cuento de Caperucita Roja fue escrito originalmente por el francés Charles Perrault hace más de 300 años y está incluido en su volumen "Cuentos de Antaño".
El auténtico final de este cuento es trágico, pues el Lobo se come a la abuelita y a Caperucita Roja sin que nadie pudiera rescatarlas. Reza así:
El auténtico final de este cuento es trágico, pues el Lobo se come a la abuelita y a Caperucita Roja sin que nadie pudiera rescatarlas. Reza así:
-Abuela, ¡qué dientes tan grandes tiene!
-¡Para comerte mejor!
Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.
La versión más conocida hoy en día, es la que incluye un leñador quien logra rescatar del vientre del lobo a Caperucita y a su abuelita es de los Hermanos Grimm (quienes recopilaron los cuentos que circulaban durante la Edad Media y el Renacimiento).
Evidentemente Perrault quiso castigar a Caperucita por hablar con desconocidos, el Lobo en el bosque, representa a un desconocido. Casi todos los cuentos de Perrault incluyen una moraleja y la de este cuento es la siguiente:
"Vemos aquí que los adolescentes y más las jovencitas elegantes, bien hechas y bonitas, hacen mal en oír a ciertas gentes, y que no hay que extrañarse de la broma de que a tantas el lobo se las coma. Digo el lobo, porque estos animales no todos son iguales: los hay con un carácter excelente y humor afable, dulce y complaciente, que sin ruido, sin hiel ni irritación persiguen a las jóvenes doncellas, llegando detrás de ellas a la casa y hasta la habitación. ¿Quién ignora que lobos tan melosos son los más peligrosos?".
Evidentemente Perrault quiso dar una lección moral contra las jóvenes que entablan relaciones con desconocidos.
Evidentemente Perrault quiso dar una lección moral contra las jóvenes que entablan relaciones con desconocidos.
Perrault es también autor de otros cuentos famosos como "Pulgarcito", "Cenicienta o el zapatito de cristal" o "La bella durmiente del bosque".
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