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jueves, 3 de julio de 2014

ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO

Hay un hambre que es tan grande como la del pan y es la de la injusticia, la de la incomprensión. Y la producen las grandes ciudades donde uno lucha, solo, entre millones de hombres indiferentes al dolor que uno grita y ellos no oyen. Londres y Nueva York grises, Buenos Aires gris, todas deben ser iguales. Y no por crueldad preconcebida, sino porque en el fárrago ruidoso de su destino gigante, los hombres de las grandes ciudades no pueden detenerse para atender las lágrimas de un desengaño. Las ciudades grandes no tienen tiempo para mirar el cielo... El hombre de las grandes ciudades caza mariposas de chico. De grande, no. Las pisa... No las ve. No lo conmueven.

Poeta, compositor, actor y autor teatral argentino
(27 de marzo de 1901 – 23 de diciembre de 1951)

sábado, 27 de julio de 2013

ECO, Humberto: ¿De qué sirve el profesor?

Caricatura: Kovensky


¿En el alud de artículos sobre el matonismo en la escuela he leído un episodio que, dentro de la esfera de la violencia, no definiría precisamente al máximo de la impertinencia... pero que se trata, sin embargo, de una impertinencia significativa. Relataba que un estudiante, para provocar a un profesor, le había dicho: "Disculpe, pero en la época de Internet, usted, ¿para qué sirve?"
El estudiante decía una verdad a medias, que, entre otros, los mismos profesores dicen desde hace por lo menos veinte años, y es que antes la escuela debía transmitir por cierto formación pero sobre todo nociones, desde las tablas en la primaria, cuál era la capital de Madagascar en la escuela media hasta los hechos de la guerra de los treinta años en la secundaria. Con la aparición, no digo de Internet, sino de la televisión e incluso de la radio, y hasta con la del cine, gran parte de estas nociones empezaron a ser absorbidas por los niños en la esfera de la vida extraescolar.
De pequeño, mi padre no sabía que Hiroshima quedaba en Japón, que existía Guadalcanal, tenía una idea imprecisa de Dresde y sólo sabía de la India lo que había leído en Salgari. Yo, que soy de la época de la guerra, aprendí esas cosas de la radio y las noticias cotidianas, mientras que mis hijos han visto en la televisión los fiordos noruegos, el desierto de Gobi, cómo las abejas polinizan las flores, cómo era un Tyrannosaurus rex y finalmente un niño de hoy lo sabe todo sobre el ozono, sobre los koalas, sobre Irak y sobre Afganistán. Tal vez, un niño de hoy no sepa qué son exactamente las células madre, pero las ha escuchado nombrar, mientras que en mi época de eso no hablaba siquiera la profesora de ciencias naturales. Entonces, ¿de qué sirven hoy los profesores?
He dicho que el estudiante dijo una verdad a medias, porque ante todo un docente, además de informar, debe formar. Lo que hace que una clase sea una buena clase no es que se transmitan datos y datos, sino que se establezca un diálogo constante, una confrontación de opiniones, una discusión sobre lo que se aprende en la escuela y lo que viene de afuera. Es cierto que lo que ocurre en Irak lo dice la televisión, pero por qué algo ocurre siempre ahí, desde la época de la civilización mesopotámica, y no en Groenlandia, es algo que sólo lo puede decir la escuela. Y si alguien objetase que a veces también hay personas autorizadas en Porta a Porta (programa televisivo italiano de análisis de temas de actualidad), es la escuela quien debe discutir Porta a Porta. Los medios de difusión masivos informan sobre muchas cosas y también transmiten valores, pero la escuela debe saber discutir la manera en la que los transmiten, y evaluar el tono y la fuerza de argumentación de lo que aparecen en diarios, revistas y televisión. Y además, hace falta verificar la información que transmiten los medios: por ejemplo, ¿quién sino un docente puede corregir la pronunciación errónea del inglés que cada uno cree haber aprendido de la televisión?
Pero el estudiante no le estaba diciendo al profesor que ya no lo necesitaba porque ahora existían la radio y la televisión para decirle dónde está Tombuctú o lo que se discute sobre la fusión fría, es decir, no le estaba diciendo que su rol era cuestionado por discursos aislados, que circulan de manera casual y desordenado cada día en diversos medios –que sepamos mucho sobre Irak y poco sobre Siria depende de la buena o mala voluntad de Bush. El estudiante estaba diciéndole que hoy existe Internet, la Gran Madre de todas las enciclopedias, donde se puede encontrar Siria, la fusión fría, la guerra de los treinta años y la discusión infinita sobre el más alto de los números impares. Le estaba diciendo que la información que Internet pone a su disposición es inmensamente más amplia e incluso más profunda que aquella de la que dispone el profesor. Y omitía un punto importante: que Internet le dice "casi todo", salvo cómo buscar, filtrar, seleccionar, aceptar o rechazar toda esa información.
Almacenar nueva información, cuando se tiene buena memoria, es algo de lo que todo el mundo es capaz. Pero decidir qué es lo que vale la pena recordar y qué no es un arte sutil. Esa es la diferencia entre los que han cursado estudios regularmente (aunque sea mal) y los autodidactas (aunque sean geniales).
El problema dramático es que por cierto a veces ni siquiera el profesor sabe enseñar el arte de la selección, al menos no en cada capítulo del saber. Pero por lo menos sabe que debería saberlo, y si no sabe dar instrucciones precisas sobre cómo seleccionar, por lo menos puede ofrecerse como ejemplo, mostrando a alguien que se esfuerza por comparar y juzgar cada vez todo aquello que Internet pone a su disposición. Y también puede poner cotidianamente en escena el intento de reorganizar sistemáticamente lo que Internet le transmite en orden alfabético, diciendo que existen Tamerlán y monocotiledóneas pero no la relación sistemática entre estas dos nociones.
El sentido de esa relación sólo puede ofrecerlo la escuela, y si no sabe cómo tendrá que equiparse para hacerlo. Si no es así, las tres I de Internet, Inglés e Instrucción seguirán siendo solamente la primera parte de un rebuzno de asno que no asciende al cielo.

(Traducción: Mirta Rosenberg) La Nacion/L’Espresso (Distributed by The New York Times Syndicate)

jueves, 25 de julio de 2013

MUERE LENTAMENTE, de Martha Medeiros




Muere lentamente
quien se transforma en esclavo del hábito,
repitiendo todos los días los mismos trayectos,
quien no cambia de marca,
no arriesga vestir un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente
quien hace de la televisión su gurú.

Muere lentamente
quien evita una pasión,
quien prefiere el negro sobre blanco
y los puntos sobre las “íes” a un remolino de emociones,
justamente las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos,
corazones a los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente
quien no voltea la mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una vez en la vida,
huir de los consejos sensatos.

Muere lentamente
quien no viaja,
quien no lee,
quien no oye música,
quien no encuentra gracia en si mismo.

Muere lentamente
quien destruye su amor propio,
quien no se deja ayudar.

Muere lentamente,
quien pasa los días quejándose de su mala suerte
o de la lluvia incesante.

Muere lentamente,
quien abandona un proyecto antes de iniciarlo,
no preguntando de un asunto que desconoce
o no respondiendo cuando le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo exige un esfuerzo mucho mayor
que el simple hecho de respirar.

Solamente la ardiente paciencia hará que conquistemos
una espléndida felicidad.

(Brasil, 1961)

Este poema, mal atribuido en internet a Pablo Neruda, pertenece a la escritora y periodista brasileña Martha Medeiros. Y no es el único texto que se le atribuye (voluntaria o involuntariamente) al poeta chileno. Y tampoco Neruda es el único escritor famoso a quien se lo pretende autor de textos cuyos autores son desconocidos o poco conocidos, como una manera de “asegurar” su lectura al poner como autor a un escritor consagrado.
La propia escritora brasileña, autora de varios libros y cronista del diario Zero Hora, de Porto Alegre, se puso en contacto con la Fundación Neruda para esclarecer el tema de la autoría de dicho texto y la Fundación ha debido salir a aclarar la confusión y confirmó que, efectivamente, el poema en cuestión no es de autoría de Pablo Neruda.
El poema "A Morte Devagar" fue publicado en su idioma original el 1° de noviembre de 2000, víspera del Día de Difuntos, en el periódico con el que colabora Medeiros y forma parte de su libro "Non-Stop, Crônicas do Cotidiano".
Ante la enorme dificultad de que estas “confusiones” sean evitadas en internet, manifiesta Medeiros que supo afrontar este contratiempo en el “humor suficiente como para reírse de todo eso”.
Quizás el origen de esta confusión comenzó en Italia, cuando el político italiano Clemente Mastella, líder de la Unión de Demócratas para Europa, leyó en el Senado el poema "Muere lentamente" al votar en contra de la moción de confianza solicitada por el entonces primer ministro Romano Prodi. Mastella demostró qué fácil es caer en este tipo de trampas y hacerse eco de algo que ronda por Internet, sin detenerse a comprobar autorías. 
Valga esta aclaración para no creer que todo lo que se encuentra en internet es “una verdad inapelable”.

SF

viernes, 17 de mayo de 2013

JAJAJA: LA SONRISA EN TIEMPOS DE LAS NUEVAS TECNOLOGÍAS




La comunicación interpersonal cara a cara (o voz a voz) es cada vez menos frecuente en estos nuevos tiempos cibernéticos. Correos electrónicos, facebook, twitter y otras yerbas provocan algunas dudas cuando los principales elementos de la comunicación humana se encuentran ausentes: los gestos, la mirada, la posición corporal, la distancia, el tono de voz e, incluso, el silencio.
Así, una amiga le responde a otra por sms “TKM” luego de haber recibido un mensaje en el que le decía que no podía salir con ella esa noche. Ese tekieromucho ¿habrá sido sincero o irónico? ¿Qué palabras o pensamientos omitió escribir la amiga en ese escueto mensaje? ¿O habrá querido decir tekieromatar? ¿Lo habrá escrito con bronca o con un poco de comprensión? Años atrás esa misma invitación/respuesta hubiese sido cara a cara o vía telefónica y todos estos interrogantes, seguramente, no hubiesen sido necesarios.
Y entre los gestos más expresivos del ser humano se encuentra la sonrisa (o, un poco más efusiva, la risa).
A falta del elemento acústico, en la historieta, desde su origen, los sonidos han sido representados mediante elementos lingüísticos: onomatopeyas. Así, el golpe a una puerta se representa con un toc toc, el sonido de un timbre con un ring, un disparo de arma de fuego con un bang o un pum, un vidrio roto con un crash, entre otras. También se utilizan las interjecciones, con las que se expresan sentimientos o emociones súbitos: eh, hola, uf. La sonrisa se representa en una historieta, o en un texto sin imágenes, a través de una interjección: ja (o sus variantes je, ji, jo), que puede repetirse según lo que se quiera expresar. Tiene distintas representaciones lingüísticas según su intensidad: jajaja, jejeje, jijiji, jojojo, etc. La ventaja de las onomatopeyas e interjecciones en la historieta es que siempre van acompañadas por imágenes, que ayudan casi totalmente a su comprensión.
Cabe aclarar que nos referiremos aquí exclusivamente a la escritura en medios tecnológicos de “comunicación instantánea”, rápida, como los tiempos que corren. Porque en un texto formalmente escrito debería separarse la interjección por comas y repetirse: ja, ja, ja, y no todo junto, como se hace para “ahorrar tiempo” y en la comunicación tecnológica no se respetan ni signos de puntuación ni ortográficos ni de estilo.
Pero, ¿qué significado le debemos dar a un jajaja, jaja, ja, jeje, je, jijiji, jojojo, jo cuando lo recibimos escrito como respuesta en nuestro celular, en nuestra compu, o en cualquiera de las nuevas tecnologías en las que no podemos visualizar los gestos de quien emite esos sonidos?
En una comunicación con estas características (ausencia del interlocutor, rostro y cuerpo ocultos, estado de ánimo de uno y otro desconocido, ignorancia del lugar o situación de donde se encuentra el otro, etc.) estas representaciones lingüísticas de nuestro humor (o malhumor) pueden ser interpretadas (y esto es muy subjetivo) de diferentes maneras.
El típico y más común jajaja (inclusive con varios ja más en la serie, si se le quiere reforzar el significado) es la aprobación a un chiste, a una loca ocurrencia, a una frase desopilante. Significa comunicar que algo ha sido gracioso. Sería como decir: “Muy bueno”, “Tenés razón”, “Te pasaste”. Siempre este jajaja (con al menos tres ja) sugiere buen humor de parte de quien lo emite.
—¿Viste cómo se peinó Fulanita? ¡Estaba muy ridícula!
—¡Sí! Jajaja
Pero si le sacamos un ja, la cuestión cambia sustancialmente. Ya no representa una sonrisa/risa espontánea y digna de ser expresada. Un simple jaja (o peor: ja-ja, con o sin guion), comienza a parecer un tanto irónico o una sonrisa acotada o desganada. Conlleva esta escueta expresión de alegría un “aire” de respuesta por compromiso, algo así como “Sí, pero…”.
—¿Viste cómo se peinó Fulanita? ¡Estaba muy ridícula!
—Jaja
Por último, el ja, sencillo y solito (muchas veces acompañado por el signo de exclamación: ¡ja!) es la afirmación de algo que se acaba de decir. Es refrendar lo dicho por otro o por sí mismo. Es manifestar conformidad con lo que uno acaba de decir. Autoconvencimiento.
—Yo me peino como quiero, y al que no le guste, que me lo diga en la cara. ¡Ja!
Además se utilizan, como dijimos, las variantes con las vocales e, i, o, y a cada una también se le puede otorgar un significado diferente, teniendo en cuenta siempre que desconocemos el estado de ánimo del emisor, su situación actual, sus gestos, etc.
Así, jejeje es una risa astuta, de alguien que se sabe o se cree hábil, y acaba de decir o hacer algo de lo que hace alarde.
—Este tipo no sabe con quién se está metiendo… jeje
En jijiji nos encontramos con una risa contenida, disimulada, cómplice e, inclusive, hasta perversa. No es casi utilizada en las nuevas tecnologías, al igual que jojojo, risa socarrona, astuta, burlona.
Pero podemos encontrarnos con otra modalidad de expresar nuestros sentimientos a través de nuestra sonrisa en medios tecnológicos, en este caso, más cercano a una carcajada: ¡Juuaaahhh! Una mezcla de alegría grotesca, fabulosa, desopilante. Es casi un grito. Lo que podríamos llamar “risotada”. ¿Qué es lo que quiere expresar el emisor de semejante “alegría”? Es una manifestación de alegría “sobradora”, como decir “¡Tomá, ahí tenés!”. Podríamos decir que es la más sarcástica de todas las manifestaciones de alegría a las que nos referimos.
SF

O puede pasar todo lo contrario: 

miércoles, 13 de marzo de 2013

JAIM ETCHEVERRY, GUILLERMO: OPINIÓN EDUCADA


En el interesante diálogo radial, el periodista interroga a un reconocido experto en economía acerca de la situación en un cierto país. La respuesta no se hace esperar: "Discúlpeme, no estoy en condiciones de responder a su inquietud porque no tengo una opinión educada sobre esa cuestión". Esas sencillas palabras descubrían uno de los problemas más graves y, tal vez, menos aparentes que caracterizan a la sociedad actual. Hace ya demasiados años se sostenía que quienes conocían un tema estaban en condiciones de debatir, mientras que aquellos que ignoraban el problema optaban por callar. Como dijera Mark Twain, se pensaba: "Es mejor tener la boca cerrada y parecer estúpido que abrirla y disipar toda duda". Esa situación ha cambiado de manera radical en los últimos tiempos.
La sobreexposición a la información a que estamos sometidos consigue crear en nosotros la ilusión de haber adquirido vastos conocimientos. De pronto, nos hemos transformado en expertos en los más diversos campos del quehacer humano. Por ejemplo, quien sintoniza la radio con frecuencia no se sorprende de escuchar a personas que representan el más amplio espectro educativo opinando sin vacilaciones sobre los equilibrios en la balanza de pagos, la mejor manera de enfrentar los cambios en los regímenes de lluvias, la crisis económica en un país del África central, las alternativas para combatir la violencia callejera adoptando las estrategias seguidas en Dublín o evaluando las ventajas e inconvenientes de la clonación humana.
Es decir, todos parecemos dominar las cuestiones más diversas y nos sentimos autorizados a opinar sobre ellas provistos de la certeza que nos da el haber escuchado alguna vez a alguien hablando sobre el tema.
Convertidos en espejo de las opiniones de otros -a menudo carentes también de todo conocimiento, pero imbuidos del singular entusiasmo de hacer conocer su parecer sobre todo- ni siquiera advertimos que carecemos del saber que nos permita fundar los juicios sobre realidades tan complejas como las del mundo actual. El límite entre el conocimiento concreto y la opinión se ha ido borrando con rapidez y esta última, transformada en seudoconocimiento ya digerido, ocupa el lugar que antes se destinaba al saber. Estamos hechos cada vez más de pareceres que de saberes. Esas opiniones que nos construyen pertenecen, además, a otros y no resultan del análisis de nuestros propios saberes.
De allí que haya resonado tan significativa la respuesta del economista del relato que, a pesar de ser conocedor del tema planteado, no consideró que su opinión estaba lo suficientemente educada como para ser emitida en público. Por respeto al otro, descubrió su humildad frente al saber ausente. Tal vez debamos hacer un esfuerzo para recuperar ese respeto al conocimiento que se traduce en admitir que es posible que sobre ciertas cuestiones carezcamos de argumentos valiosos para aportar a la discusión. Reconocer que antes de considerar como saber las opiniones de los demás es preciso realizar el esfuerzo de aprender por nosotros mismos.
Eso nos permitirá, además, discriminar la información que nos indigesta y que, no pocas veces, es solo opinión interesada y poco educada sobre la realidad. Por eso, en este mundo tan complejo, en el que las relaciones entre las personas y los hechos son tan sutiles, resulta esencial proponernos hacer el esfuerzo imprescindible de educar nuestra propia opinión.

El autor es educador y ensayista.


sábado, 24 de noviembre de 2012

ECO, UMBERTO: ¿El libro desaparecerá a causa de la aparición de internet?


"¿El libro desaparecerá a causa de la aparición de internet? (...) En realidad, hay poco que decir al respecto. Con internet hemos vuelto a la era alfabética. Si alguna vez pensamos que habíamos entrado en la civilización de las imágenes, pues bien, el ordenador nos ha vuelto a introducir en la galaxia Gutemberg y todos se ven de nuevo obligados a leer. Para leer es necesario un soporte. Ese soporte no puede ser únicamente el ordenador. ¡Pasémonos dos horas leyendo una novela en el ordenador y nuestros ojos se convertirán en dos pelotas de tenis! (...) Además, el ordenador depende de la electricidad y no te permite leer en la bañera, ni tumbado de costado en la cama. El libro es, a fin de cuentas, un instrumento más flexible".

Semiótico, ensayista, filósofo, crítico literario y novelista
(Italia, 1932)


(ECO, Umberto; CARRIERE, Jean-Claude. Nadie acabará con los libros. Bs. As., Lumen, 2010)


miércoles, 9 de noviembre de 2011


Qué les pasa a los profesores que intentan ser innovadores

 Por Miguel Angel Santos Guerra / Pedagogo de la Universidad de Málaga (*)


La micropolítica de las organizaciones escolares va configurando posiciones y relaciones de los diferentes miembros de la comunidad a lo largo del tiempo. No todos desempeñan el mismo papel. Simplificando las cosas voy a referirme a un tipo de profesores y profesoras que llamaré tipo A. Son personas comprometidas con la institución, que buscan de forma permanente y esforzada su mejora. Otro tipo, al que llamaré B, no se preocupa excesivamente de mejorar las cosas. Son profesionales del cumplimiento: es decir, del cumplo y miento. Son mercenarios que se ocupan de poner la mano al final del mes, aunque no hayan puesto pasión en la tarea ni les haya importando un comino la suerte que corran sus alumnos/as. Obedecen a una ley: “Pudiendo no hacer nada, ¿por qué motivo tengo que hacer algo?”.
Cuando un profesor tipo A, le propone a otro, tipo B, emprender un proyecto para la mejora de la institución, es probable que el B se sienta interpelado y vea puesta en evidencia su desgano y su desaliento. Por eso es fácil que reaccione no sumándose a la causa ni argumentando con rigor sobre la inutilidad de la propuesta sino destruyendo a quien la hace. Muerto el perro, se acabó la rabia. Es decir que, descalificando a quien quiere hacer algo, desmantela también lo que el innovador o innovadora deseaba hacer.
Seis argumentos. He descrito la friolera de 25 cuchillos que usan los B para matar a los A. Me referiré solamente a seis.
Uno de los cuchillos es el siguiente: “No hagas caso al A, que tiene problemas afectivos. No es que no que quiera estar mucho tiempo en el Colegio, es que no quiere ir a casa. Porque se está separando, porque no tiene hijos, porque vive solo”. Es decir que, como es un tarado, hará propuestas que estarán también taradas.
Otro cuchillo es de la marca “¿qué es lo que vas a salir ganando?”. Como no ve motivos claros (lo van a pagar, lo van a certificar, va a servir para ascender) le atribuye al A intenciones torcidas: “Con tal de sobresalir es capaz de trabajar más, es un adulador de la dirección, es un trepa”.
Un tercer cuchillo es de la armería del etiquetado. La puñalada consiste en colgar una etiqueta del cuello de quien hace la propuesta: “No le hagas caso, es de Izquierda Unida, es de UGT”. El caso es que esa etiqueta tenga un efecto negativo.
Hay un cuchillo de doble filo que se identifica por la edad. Si quien hace la propuesta es un jovencito (si es una jovencita, la ironía suele ser mayor), el interpelado dice: “¿Cuántos años tienes, hijo? Hace falta savia nueva”. Me preocupa más el cuchillo que representa a la edad adulta. Cuando un veterano tipo A le propone a un joven, tipo B, embarcarse en un proyecto comprometido y el joven dice: “Este señor no ha entendido nada, está muy verde, con la edad que tiene se diría que no ha madurado”.
El quinto cuchillo se refiere a la ironía: “Qué, dice el B, ¿te van a hacer un monumento? ¿vas a heredar la escuela? ¿te van a hacer un homenaje? ¿te van a dar la tiza de oro (expresión muy utilizada en la Argentina)?”.
Y finalmente, haré alusión a la invocación de la experiencia con ánimo destructivo. “Eso ya lo intentamos el año pasado y no valió para nada. Bueno, peor que eso, desencadenó un conflicto tremendo. Mejor no hacer nada”.
Ya sé que estoy simplificando. Probablemente no haya personajes que se puedan catalogar de forma tan dicotómica. Quizá en una mañana una persona pueda pasar de A a B y de B a A tres veces. Por otra parte, están por las instituciones otros personajes: el C, el D, el E. Y siempre se plantea la pregunta: ¿quién nos sirve de modelo? El riesgo es responderse que el modelo es el B porque no está tarado, no es un joven iluso, no es de Izquierda Unida, no quiere que le hagan un monumento y ha aprendido de las experiencias anteriores. Si además el Director/a es un B y el inspector/a un B, el A lo tiene muy difícil.
La tentación. Le pasa al A que no sólo que no le felicitan por lo que hace ni le agradecen los esfuerzos. Le castigan de muchas formas por su compromiso. Le pasa al A lo que le pasó a aquel soldado del que cuentan que cavó una trinchera tan profunda, tan profunda, que le declararon desertor. De modo que la tentación del A es dejar de serlo. Así de claro, porque si deja de ser generoso y entusiasta será menos feliz.
Hay unos chalecos y pantalones que protegen contra las cuchilladas. Se fabrican con la profesionalidad entusiasta. Y, si alguna se recibe, los mejores docentes y los amigos tienen unas pócimas eficaces para la curación. Se elaboran con solidaridad y buen ejemplo.
Consejo final. José María Cabodevilla contaba que en una oficina de Correos un cartero vio una carta con una dirección sorprendente: “San Antonio de Padua. El Cielo.” Abren la carta y se encuentran con la petición de un parado que le pide a San Antonio la cantidad de 100 euros porque tiene un hijo enfermo y, con la crisis, no dispone de dinero. El cartero propone que ponga algo cada uno. Juntan 80 euros y se los mandan. Semanas después llega a la oficina de Correos otra carta con la misma dirección. La abren. Es aquel obrero que da las gracias a San Antonio y le pide que, cuando mande otra vez dinero a sus devotos, no se le ocurra hacerlo a través de las oficinas de correos porque los muy ladrones le han robado veinte euros de los que él le mandó. Los carteros se han quedado sin dinero y se han ganado un insulto. Su tentación consiste en dejar de ser generosos.
He leído en la última novela de Katherine Pancol “Las ardillas de Central Park están tristes los lunes” (que da continuidad a “Los ojos amarillos de los cocodrilos” y “El vals lento de las tortugas”) este pensamiento sobrecogedor que ella sitúa en la Francia del siglo XII: “Dios creó a los profesores y Satán a los colegas”.
Creo que es bueno ser A y jubilarse de A. Porque se es más feliz. Algunos me preguntan, qué es lo que se puede hacer con los B. Siempre digo que hay que invitarles a la fiesta de los A. Porque los A lo pasan mejor. Y si no se dejan invitar siempre se puede hacer con ellos lo que decía Voltaire: “No hay mayor venganza sobre nuestros enemigos que la de que nos vean felices”.
(*) Artículo del blog El Adarve, publicado con autorización del autor.

domingo, 20 de marzo de 2011

URTIZBEREA, Mex: Dentro de 50 años


Dentro de cincuenta años poco va a importar cuánta gente fue a la plaza, dará lo mismo quién ganó la batalla del rating este año, serán del olvido los bailes eróticos de Nazarena Vélez, los jugadores que no entraron en la lista para el mundial de Alemania, los legisladores que armaron su monobloque, y también El Código Da Vinci.

Lo que, definitivamente, sí estará presente es aquello que se haya hecho hoy por la educación.

Dentro de cincuenta años probablemente Kirchner sea el nombre de alguna avenida en Santa Cruz, Macri sea un apellido que se lea en una placa del club Boca Juniors o del Congreso, a Carrió se la podrá ver solo en fotos, a Ben Laden en una estampilla de correo privado de Medio Oriente y a Bush en una estatua en una plaza perdida de Texas.

Lo que sí podrá verse, en vivo y en directo, y será imposible no ver, es lo que hoy se haya hecho por la educación.

Dentro de cincuenta años usted y yo seremos un recuerdo, o un olvido, pero no lo serán nuestros hijos ni nuestros nietos: para ellos será este país mal educado o bien educado, según lo que hoy se haga por la educación.

Dentro de cincuenta años no quedará ni rastro del debate sobre si está bien o mal que un niño use celular, si Maradona se droga o no se droga, si María Eugenia Ritó es mejor vedette que Emilia Attias.

Lo que sí podrá encontrarse en cada rincón del país son los rastros del debate que se necesita abrir hoy sobre la educación.

Dentro de cincuenta años no será más que un número lo que se invierte ahora en seguridad, no le servirá a nadie lo que se haya gastado en campañas políticas, no será ni recuerdo qué comportamiento tuvo la Bolsa este año o a cuánto cotizaba el dólar.

Lo que sí se notará visiblemente es lo que hoy se invierta para educación.

Dentro de cincuenta años usted y yo seremos el pasado, como lo serán Kirchner y Macri, Nazarena Vélez, Carrió y el autor de El Código Da Vinci, y María Eugenia Ritó y los jugadores del Mundial, pero no lo serán nuestros hijos ni nuestros nietos: a ellos les tocará un presente de país educado, según lo que se haga hoy por la educación.

Y quien haga hoy algo por ella, quien muestre verdadero interés y se ponga a trabajar ahora apasionadamente para mejorarla, extenderla, financiarla, multiplicarla, quien se desvele para que llegue a todas partes, para que nadie quede afuera por razones económicas o geográficas, para que tenga calidad y que la calidad sea gratis, quien entienda que un país mal educado es un país condenado a muerte, y modifique este destino, entonces su nombre no será del olvido: dentro de cincuenta años estará presente en todos los rincones del país, será recordado con admiración y respeto.

Y no será solo estatua, o calle, o foto, o estampilla.

Dedicado a todos los que se dedican a la silenciosa tarea de educar...
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MEX URTIZBEREA

Nació en Buenos Aires el 25 de octubre de 1960. Es músico, actor y humorista.

lunes, 13 de septiembre de 2010

LA INVESTIGACIÓN SIEMPRE DEPENDERÁ DE LOS LIBROS


Desde 1810 hasta hoy y por siempre, los motores de los que disponemos para avanzar en los laboratorios están en las páginas que encierran la poderosa voluntad de transformar la vida.
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Nací en Almagro, cerca de Parque Centenario, el centro geográfico de Buenos Aires. Me llevó un tiempo darme cuenta de que el nombre del parque aludía al centenario del 25 de Mayo, celebrado en 1910. Más tiempo me llevó entender la diferencia entre la libertad proclamada en 1810 y la independencia de 1816. Es que en el nacimiento de nuestra nación ya se encuentran las claves de nuestras taras políticas. El no llamar a las cosas por su nombre: somos “libres” pero no “independientes” de España. El gusto por lo teatral: nos pusimos la “máscara” de Fernando VII y juramos fidelidad al rey, pero nos viene al pelo que esté preso en manos de los franceses. Las teorías conspirativas: Moreno murió en alta mar pero quizá lo asesinaron los saavedristas. Es probable que hayan sido estas ambigüedades de la historia, concebida como relato y no como ciencia, las que me impulsaran a seguir los caminos, supuestamente más lineales, de las ciencias naturales.
Los hombres de Mayo tenían muy pocas de las tecnologías de hoy. No hablo sólo de la consabida ausencia de electricidad, petróleo, trenes, automóviles, aviones, fotografía, cine, televisión, computadoras, teléfonos y satélites.
Deberían esperar hasta 1819, por ejemplo, para que se inventara el estetoscopio; a 1844 para la anestesia, y a 1944 para el primer antibiótico. Los fósforos recién se inventarían en 1827; la bicicleta, en 1839; el alfiler de gancho, en 1849; la leche pasteurizada, en 1852; la máquina de escribir, en 1867. De fines del siglo XIX son el alambre de púas, el papel higiénico, la Coca Cola y el cierre relámpago. De los comienzos del XX, la hojita de afeitar, los saquitos de té, la curita, el cuaderno de espiral y la cinta scotch. El bolígrafo recién sería inventado en 1938, los aerosoles en 1941 y la tarjeta de crédito en 1950. Y podríamos seguir hasta el ipod, el ipad y el viagra. El bolígrafo fue producto del húngaro/argentino Biro, pero la mayoría de lo mencionado vino de Estados Unidos e Inglaterra, los países más industrializados.
A diferencia de la esclavitud, los modos de producción del capitalismo requirieron mayor desarrollo de las fuerzas productivas: más tecnología y un piso de bienestar y salud para la nueva clase obrera. En estos 200 años hubo algunos puntos de inflexión destacables:
La posibilidad de registrar el sonido. El dibujo, la pintura y la escultura, cuyo primer vernissage ocurrió hace 20.000 años en las cuevas de Altamira, permiten saber cómo eran Bach, Castelli o Belgrano, sin fotos ni cine. Sin embargo, ninguna partitura ni instrumento musical pueden dar cuenta de sus voces. La voz humana solo pudo ser registrada a partir del fonógrafo de Edison de 1877, cuando estos personajes ya estaban muertos.
En 1859 Darwin confirma la evolución de la vida sobre la Tierra al descubrir la selección natural que, si bien no niega, hace prescindible la necesidad de Dios.
Los secretos del átomo y del universo son desnudados por la mecánica cuántica y la relatividad de Einstein.
La tectónica de placas nos explica cómo se formaron los continentes, se elevaron las cordilleras y se producen los terremotos.
El descubrimiento de la estructura del ADN en 1953 por Watson y Crick provee las bases moleculares de la herencia y permite explicar por qué, como dice Serrat, “a menudo los hijos se nos parecen…”, confirmando que la vida no es otra cosa que química y física. Me detendré en el ADN por razones obvias, lo conozco más. La ingeniería genética ha revolucionado desde la producción de medicamentos hasta la de enzimas industriales como las que se usan para “gastar” cada par de vaqueros que se vende en el mundo. Desde la detección de contaminación en alimentos hasta la generación de organismos genéticamente modificados; desde la fabricación de vacunas y el diagnóstico de enfermedades hasta la terapia génica, la medicina forense “a la CSI” y la determinación de identidad y lazos familiares. Este tema es particularmente importante para nuestro país ya que gracias al análisis de ADN se ha podido identificar a los hijos de desaparecidos durante la última dictadura militar. Este análisis, que permite distinguir entre un hijo adoptado y uno apropiado, debe ser usado para conocer la verdad en todos los casos, sin excepción, en virtud del concepto de igualdad, pilar del ideario de Mayo. Como también dice Serrat, “nunca es triste la verdad, lo que no tiene es remedio”.
Es difícil vislumbrar si la alta densidad de inventos y descubrimientos de los dos siglos pasados se mantendrá en los venideros. Los científicos, por cautela, somos malos para predecir a largo plazo.
Sospecho que en los próximos años se seguirá perfeccionando, acortando los tiempos de respuesta y creando nuevas interfaces interactivas de los inventos básicos de los siglos XIX y XX, como ha venido ocurriendo con la telefonía. Me parece que los mayores avances se producirán en la agricultura, en la medicina y en el aumento de la esperanza de vida, terrenos donde nuestro país tiene grandes ventajas por su tradición en investigación. Sería magnífico que se lograse no solo pronosticar mejor el tiempo sino controlarlo: que llueva aquí y no allá, que se abra esta nube que pasa mi avión. Me intriga cómo será el mundo una vez agotado el petróleo.
Con o sin ciencia, en 1810 como ahora, la humanidad dispone de una misma arma, poderosa y transformadora: LOS LIBROS.
Los de Rousseau y Voltaire que inspiraron a los patriotas de Mayo; los de Marx, Darwin, Freud, Sarmiento, Borges y Cortázar que seguramente habrían leído si hubieran vivido en sus tiempos. Los que ya había quemado la Inquisición, los que quemarían los nazis y Pinochet, y los que prohibirían los militares argentinos.
Imaginándonos, los hombres de Mayo a la luz de una vela y nosotros, ahora, a la luz de una lamparita de bajo consumo, leyendo apasionadamente un libro, la brecha tecnológica entre ellos y nosotros se hace despreciable. Siempre, todavía, y afortunadamente: LOS LIBROS.
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Biólogo molecular, profesor titular FCEN-UBA e investigador superior del CONICET

lunes, 6 de septiembre de 2010

HORA LIBRO

Domingo, 18 de julio de 2010
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Por Soledad Barruti
. “Hay que estar en las aulas para saber cómo es. Yo trabajé mucho en las escuelas nocturnas de provincia a las que van los alumnos que se caen del sistema: por repetidores o porque son amonestados y rebotan o porque de día tienen que trabajar. En una de esas escuelas, frente a la plaza de Lomas, había un alumno que limpiaba pisos en el hospital Rivadavia. Como vivía en San Vicente, se levantaba a las cuatro o cinco de la mañana, limpiaba pisos todo el día, se volvía para Lomas, después se tomaba el tren, se volvía a San Vicente, y así. Por supuesto llegaba un momento al final de la clase en la que el pibe iba entrecerrando los ojos hasta que se dormía. A mí si hay algo que me ofende, que me brota, es que los alumnos se me duerman en la clase. Pero cuando conocí la historia de este chico, no sólo no me molestaba sino que en la clase íbamos bajando el volumen de la voz. Pasaron los meses y cuando llegó el Día del Maestro el pibe, como regalo, escribió en el pizarrón: Gracias maestra por permitirme el sueño. Y en ese texto yo encontré el porqué de un docente. No el porqué yo era docente sino por qué es necesario que haya docentes”, cuenta Angela Pradelli, escritora y docente a cargo del área bonaerense del Plan Nacional de lectura desde hace un año. “Un docente es el que cree que tu sueño va a realizarse y de alguna manera colabora. Los mejores maestros son los que logran ser respetuosos, los que saben escuchar y que permiten el espacio para decir. Porque de ese modo demuestran que tiene puesta la fe en los pibes. Es tan necesario que los docentes crean en los alumnos, que promuevan sus derechos... es aún más importante que el hecho de que sepan mucho, con todo lo que me interesa que los docentes estén formados. Y para eso trabajo.”
¿Está efectivamente todo roto? ¿Se pueden reconstruir los cimientos de la sociedad desde la escuela? ¿Es posible tomar la lectura como un camino de inclusión cuando el horizonte de la mayoría de los jóvenes tiene la forma de un nuevo modelo de Nike? Desde el Plan de Lectura Nacional se pretende responder positivamente a todas esas preguntas en el futuro. Para eso, con el aula como campo de batalla y los libros como el arma más poderosa, emprenden acciones concretas para devolver al docente su jerarquía, al alumno su entusiasmo, al sistema un poco de cabeza y corazón. Así, en todas las escuelas del país se están generando diariamente talleres y cursos, se entregan millones de publicaciones literarias y cuadernillos educativos que resignifican cuestiones fundamentales como la lectura en voz alta. Con la dirección de Margarita Eggers Lan, el Plan Nacional empezó oficialmente en 2008 cuando se fusionaron las diversas políticas ministeriales sobre promoción de la lectura que se sucedían desde 2003. Partiendo de esos megaeventos que significaron llenar de libritos de cuentos las tribunas de fútbol y las peluquerías, la propuesta fue cimentando en otros gestos que abrieron y ampliaron el diálogo con los docentes (hace dos años, por ejemplo, en un trabajo exhaustivo de cruza de datos de padrones, para el Día del Maestro llegaron a obsequiar a domicilio un libro por maestro en todo el país). Pero, sin dudas, es su trabajo con escritores, artistas e intelectuales lo que se anuncia como verdaderamente innovador. Nombres como los de Ricardo Piglia se suman a estas propuestas dictando conferencias para docentes; escritores como Eduardo Sacheri o Guillermo Saccomanno y dibujantes como Miguel Rep recorren escuelas del Gran Buenos Aires; Martín Kohan, Esther Cross, Alan Pauls y Noé Jitrik, entre otros, prologan los libros que este año irán en la mochila de cada chico de secundaria de las escuelas bonaerenses.
Es en ese contexto, y con ese tipo de propuestas bajo el brazo, en el que entra Angela Pradelli. Luego de haber visitado escuelas como escritora invitada, no dudó en sumarse a la propuesta. Armó un equipo (con las también docentes y escritoras Andrea Lobo y Cristina Ibáñez) y, con una clara actitud rupturista, se propuso tensar las cuerdas y duplicar la apuesta en el territorio tal vez más complejo del país: la provincia de Buenos Aires.
Desde que empezó, dice Pradelli, hubo algo tan valioso como fundamental en el trabajo de todos los días: el hecho de que los autores apoyaran cada una de las acciones del Programa. “Los escritores nos acompañaron siempre, empujan con nosotros con toda generosidad. Además, ¿no es lo más lógico pensar a los autores dentro del Programa? ¿Puede un plan de lectura crecer de espaldas a los escritores? Después de todo son ellos los que escriben los textos que circulan entre los alumnos; su presencia en las aulas y el apoyo al Programa aportan buena parte de la savia que corre por las nervaduras de este trabajo en la provincia.” Así fue en mesas de escritores que se debatió la Biblioteca Básica (diez libros fundamentales para leer a lo largo de toda la secundaria prologados por escritores argentinos), los fascículos de cuentos, las charlas que se pueden dictar. Porque todos comparten certezas como que “la lectura es un derecho, y puede darle un peso distinto a la vida de cada uno de nosotros. Podemos tener una vida u otra según las lecturas que hayamos hecho. Lo más valioso de leer es la experiencia y cómo nos modifica”, asegura Pradelli. “Paulo Freire nos enseñó eso: ‘De la lectura del mundo a la lectura de los libros, para volver a hacer la lectura del mundo’. Esa premisa tiene una hondura que podría sostener el sentido mismo de la escuela y el trabajo en el aula de alumnos y docentes. Encierra la comprensión de la lectura como una herramienta que nos permite participar de la vida y abordar y entender la diversidad y las diferencias no como la peligrosidad del pensamiento prejuicioso sino como lo que verdaderamente son la diversidad y las diferencias: riqueza pura”.

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¿Qué lees cuando lees?
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Aunque resulte paradójico, el acercamiento de los escritores viene de la mano de una teoría inesperada en un medio tan poco habituado a los cambios como el colegio: que la lectura no es sólo literaria, dice Pradelli, y acuerdan todos los escritores que ponen sus textos y su tiempo al servicio del plan. “Pensar que la lectura es sólo literaria es algo muy elitista. Y lo digo desde mi lugar de escritora literaria, donde la literatura es un eje en mi vida. Pero no se puede creer que sólo exista la literatura en la vida y que haya docentes que no estén interesados en otro tipo de lectura. Y hasta qué punto esta construcción ha pegado fuerte se ve en que hay gente que es muy lectora, pero no de literatura (que lee Historia, por ejemplo) y te dice que no lee. Y esa idea que discrimina está instalada en forma bastante brutal. Eso es muy complicado también para los alumnos de la escuela secundaria.”
Así, también empezaron a aparecer charlas con ilustradores, guionistas, actores; o la inclusión de un programa de lectura de medios en la currícula en donde los alumnos analizan los diferentes discursos a la luz del pensamiento de autores como García Márquez, Ryszard Kapucinski, Tomás Eloy Martínez o Javier Darío Restrepo. “¿Por qué no pensar que, desde una lectura que los alumnos formulan en los diarios, es posible que revisen los modos en que leen, por ejemplo, la geografía? ¿Cómo medirían algunos acontecimientos históricos si además los dimensionaran en un marco de lectura social y política del presente?”, se pregunta Pradelli. “Por suerte, hace un tiempo que las escuelas han incorporado los distintos discursos, incluso el mediático; hay una apertura importante en ese sentido y son muchos los docentes que los abordan. El lenguaje construye realidades y lo mejor que le puede pasar a un alumno es que la escuela le enseñe a descifrarlas.” Marina Paulozzo, docente y especialista en educación, fue invitada por Pradelli al primer ciclo de charlas sobre la lectura como un camino de inclusión en donde agregó su experiencia sobre lo que eso significa: “Somos muchos los docentes que hacemos de la lectura y la escritura las columnas sobre las que construimos los aprendizajes y las clases. Y hay que tener en claro que esa decisión tiene una postura política. Ya no estamos hablando de seguir una corriente didáctica u otra, es más que eso: hay una ideología en la decisión de permitir que todos los textos circulen en el aula, de valorar la literatura, pero también la historia, la filosofía, el ensayo, en fin todos los textos. Leemos a Cervantes, pero también leemos la Carta de Walsh a la Junta Militar, y leemos y discutimos editoriales periodísticos, y entrevistas a científicos, políticos, artistas, futbolistas. A principios de 1900, los médicos consideraban que la lectura era buena para el sistema cardiovascular porque ponía la sangre en movimiento; ojalá logremos eso con nuestros alumnos, que la lectura nos mueva y nos lleve de un lugar a otro”.

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Despiértate, nene
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El Plan de Lectura tiene como destino y como sustento ideas tan alejadas del discurso que impera desde hace décadas que los primeros en sorprenderse son los mismos maestros y alumnos. “No es cierto que los docentes no sepan. Los docentes saben y tienen entusiasmo”, asegura Pradelli. “Y tampoco es verdad que los pibes leen hoy menos que antes sino todo lo contrario. Los alumnos de ahora tienen con la lectura y la escritura un vínculo mucho más estrecho y cercano que mis alumnos que ahora tienen 40 o 30 años. Los pibes se la pasan leyendo y escribiendo la gran parte del día. En los muros, en los blogs, en los mensajes de texto. Y no siempre son textos que se puedan ningunear y en algunos casos son textos bien interesantes. Es decir que lo que la tecnología trajo aparejado es que los chicos se conectaran con la literatura y la escritura por un camino que no es la escuela. El desafío de la escuela es cómo va a aprovechar y va a usar todas esas herramientas. Porque es evidente que esa conexión no la hicimos los docentes: la hizo la tecnología y la encontraron los pibes”, asegura.
“Entonces, lo necesario es trabajar para despertar de cierto adormecimiento, valorando el entusiasmo de la escuela que se cree que no existe.” Por eso, con cierta fobia a que las llamen “las del Plan”, no son ellas las que se acercan a las escuelas sino que comunican sus actividades y esperan que sean los mismos docentes los que se acerquen con un plan de lectura propio y necesidades concretas. “Lo que más piden los docentes son talleres de lectura y escritura para ellos, y visitas de escritores para los alumnos. Antes de la llegada del escritor, los docentes y sus alumnos leen los textos del autor y preparan la entrevista. Las experiencias son riquísimas. A veces, sobre todo en las localidades más alejadas donde están las escuelas rurales, se organizan entre ellos para aprovechar mejor el viaje de los escritores. Lo que más nos importa es el movimiento que se genera a partir de esa entrevista, las lecturas que se disparan en alumnos y docentes, el interés que se despierta en ellos no sólo por ese autor sino también por otros.”
Hay ejemplos muy concretos de lo que significa verse afectado por tal o cual lectura. La visita de un escritor a una escuela no es un hecho inocente. Tanto los docentes como los mismos alumnos ponen todo en cada visita. Y lo que sucede casi nunca es lo esperable. “Recuerdo una escuela en la que pasaban cosas muy heavies: la alumna que me recibió en la puerta, por ejemplo, había estado presa hasta la noche anterior porque se había robado una campera de un shopping, y había vivido cosas muy feas en la cárcel. No eran niñitos a los que la madre les hace un jugo y los lleva a la escuela a la mañana siguiente. Y sin embargo tenían un contacto con la lectura riquísimo. Ahí había un chico que había leído El buen dolor de Saccomanno y ni bien pudo se me acercó y me dijo: ‘No, yo a éste no lo leo más. Este tipo habla de una abuela y de una vida de mierda, y yo todo eso lo tengo en mi casa. ¿Para qué quiero leer eso? Yo quiero leer una cosa que me saque de mi casa, no que me haga recordar todo el tiempo mi casa’.” Y en otro sentido, tal vez la contracara exacta de ese mismo espejo, cuenta otro ejemplo: “El año pasado me invitaron a una escuela en la que los alumnos habían leído El lugar del padre. Uno de los alumnos, el primero de la fila de la ventana, no preguntaba nada, pero estuvo muy atento durante toda la entrevista. A veces cuando yo hablaba asentía con la cabeza, como dándome la razón. Cuando nos despedimos, me acompañó hasta el patio, y cuando quise saludarlo me acompañó hasta la puerta. ‘Bueno –le dije–, hasta acá.’ ‘Sí –me dijo–, hasta acá.’ Nos quedamos parados así, sin hablar, uno frente al otro y entonces me dijo: ‘Es que usted tiene el mismo dolor que yo de vivir todos los días sin un padre’”.
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La novela es un espejo
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Es martes, una del mediodía y en La Plata está por comenzar el segundo ciclo de encuentros programados entre el Plan Provincial y el Plan Nacional de Lectura. Los conferencistas anunciados son Ricardo Piglia, Carlos Skliar y el español Jorge Larrosa, referente en lo que hace a la articulación de educación y lectura. Al finalizar, Víctor Laplace leerá cuentos de Clarice Lispector. Adentro del Jockey Club, con sus cortinas negras y su luz amarilla, el sol radiante ni siquiera se intuye. Las 600 maestras que se convocaron de los lugares más remotos de la provincia, con viajes de más de siete horas en muchos casos, sacian el hambre del mediodía con medialunas y un poco de café. En el aire se respira ansiedad. Todavía persiste el recuerdo del encuentro anterior. Dicen que parecía un recital de rock. Cientos de mujeres que habían quedado afuera aplaudieron hasta lograr entrar. Es que la convocatoria superó de tal modo la capacidad del espacio que muchos se tuvieron que acomodar arriba del escenario para escuchar.
Esta vez tan sólo habrá unas pocas demoras para empezar con conferencias tan intensas como enriquecedoras. En los baños, en un mínimo recreo, las maestras, sintiéndose interpeladas pero no habiéndose animado a preguntar, siguen sus propios debates. Que si está de acuerdo con lo que dijo Piglia sobre que es preferible leer exhaustivamente uno o dos libros por año, le pregunta una a la otra. “Habría que ver qué libros. Porque si es El Aleph, puede ser”, responde. Una tercera se une a la fila, todavía emocionada por lo que leyó Skliar (un relato propio sobre lo que significa abrir un libro). Y así, el horario de salida que se había ido demorando con la tarde sólo hará abandonar la sala a unas pocas, el resto esperará al aplauso final y se acercará al escenario a buscar a las responsables del encuentro y preguntarles cómo pueden hacer para que Víctor Laplace lea en su escuela, o para que un escritor “como Piglia” las vaya a visitar.
“Cada encuentro con los docentes quiere ser muy estimulante. Porque muchas veces, cuando hay un docente entusiasta, la rutina lo va anulando. Incluso las capacitaciones son un tema con el que no coincido en la mayoría de los casos. Ya la palabra me parece que subestima el rol docente, su trabajo y su experiencia. Me gusta más la palabra formación. Pero no hay caso, los que piensan, diseñan y organizan las capacitaciones prefieren seguir usando esa palabra, que los ubica a ellos en un lugar superior desde el cual pueden impartir.”
Claro que un esfuerzo tan grande por modificar un engranaje anquilosado durante décadas, muchas veces encuentra resistencias. “Si bien el aula es un gran lugar y trabajé con directores brillantes, jugados, inteligentísimos, también me tocaron experiencias horribles”, recuerda Pradelli. “Porque en las escuelas también hay una dosis siniestra que es muy alta. Hay directivos que no estimulan a sus docentes, ni garantizan su libertad de expresión. A mí me ha pasado muchas veces. Una vez les di a leer a un grupo de alumnos de quinto año un libro de cuentos publicado por la Fundación El Libro y los directivos de esa escuela consideraron que tenía un contenido sexual. Entonces, de repente me encontré una tarde en un escritorio, frente a un contexto de Inquisición, donde dos personas me preguntaban cómo daba a leer determinadas cosas. Eso es de una gravedad enorme. Porque esas personas dirigen una escuela hacia esos lugares oscuros, reaccionarios y represores. Por eso para mí lo más importante son los mails que después de cada encuentro nos mandan los docentes, y que nos dejan a dos metros del suelo de la emoción. Creo que lo mejor de todo es el entusiasmo, esa emoción, volver a creer, a confiar, a apasionarse. George Steiner, que ejerce la docencia y que tuvo una experiencia intensa en la enseñanza secundaria, dice que uno no puede leer La metamorfosis y luego mirarse impávido al espejo. Ese es el poder de la lectura que intentamos transmitir.”
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viernes, 2 de julio de 2010

GIARDINELLI, Mempo: La lectura en emergencia

En la gravísima emergencia que vivimos, más que nunca es evidente que una de las causas internas del desastre es el deterioro de la Educación y la Lectura. Por años, por décadas, se destrozó la educación pública mientras era irrefrenable la contumacia del sistema audiovisual nacional. Así caímos por los despeñaderos del analfabetismo y el abandono de la lectura. Las consecuencias están a la vista.
Ahora mismo, el FMI nos está diciendo que es mejor ser brutos. No exagero: en un reciente informe del Fondo Monetario Internacional, publicado la semana pasada, se habla de que nuestro país ha recibido durante décadas lo que ellos llaman una “sobreeducación”, que es fuente, dicen, de muchos problemas. Porque los pueblos sobreeducados, dicen, tienen expectativas demasiado elevadas, superiores a las que puede brindarle la realidad económica y social en que se desenvuelven. El problema, además, es que cuando el pueblo ha sido sobreeducado resulta ser inconformista, cuestionador y, claro, nunca deja de buscar mejores niveles de vida, lo cual provoca, entre otras cosas, problemas de desempleo y subempleo, conflictos migratorios y no sé qué más... ¿Ustedes se dan cuenta de lo que significa este nuevo eufemismo cretino? “Sobreeducación”. Significa que un pueblo “sobreeducado” (como se supone que somos nosotros, los argentinos) es cuestionador y protestón, y por lo tanto exige mejorar su nivel de vida. Habráse visto...
Por supuesto que es urgente recuperar la pasión por la lectura e inculcarla como lo que es: un acto de amor supremo, generoso, encantador y formativo. No es una tarea imposible, ni depende (como muchos creen) del precio de los libros. Hay muchísima gente en la Argentina que por encima del desastre, está empeñada en esta batalla desde hace largo tiempo. Somos muchos los que resistimos, lejos del poder y de los que dictan políticas y se encandilan con modas. Somos muchos los que trabajamos en el interior del país impulsando estas docencias fundamentales, silenciosas, paridas en la conciencia de que no hay peor violencia cultural que el embrutecimiento que se produce cuando no se lee. Basta mirar alrededor, basta ver con ojo crítico el propio patio interior, el bestiario lleno de sonidos y furias que es hoy cualquier calle, cualquier barrio, incluso cualquier escuela de la Argentina. Basta ver la necedad de los que mandan, esos civilizados de mentirita que se están pudriendo en su propia podredumbre.
(...)
Muchísimos docentes argentinos se han convertido en militantes de esta causa. Son miles los que por encima de miserias salariales siguen sus vocaciones y se perfeccionan, se capacitan, leen y estudian porque saben que cuando en calles y esquinas los chicos y chicas se suicidan lentamente con cerveza y cocaína, eso no es “un asunto de ellos”. Esos son asuntos completamente nuestros y el libro puede y debe ser nuestro instrumento. Una buena novela de Julio Verne, una de Puig, de Youcenar o de Soriano marcarán siempre senderos de salud mental. Un poema de Orozco o de Gelman siempre cauterizarán las heridas del alma, las llagas de los necios. Un ensayo de Kovadloff o de Sarlo, un cuento de Blaisten o de Cabal, o del inolvidable Cortázar, siempre nos salvarán de la pobreza. Como cualquier diccionario, por modesto que sea, porque un diccionario es como un bolsillo lleno de oro y a la mano.
Los maestros deberían volver a esa amistad. ¡Ah, cómo me gustaría que los maestros se preocuparan más por el diccionario que tienen y por los libros y los diarios que leer, que por puntajes y presentismos! Porque de una vez hay que sacudirse las dictaduras de los burócratas y de los sindicalistas, ¿no les parece? Y porque más allá de la perversidad del sistema y de esta crisis maldita que padecemos, y que nos enfurece y agobia, la primera misión del maestro es estar por encima de la circunstancia; el maestro tiene la obligación de saber mirar más allá y por encima del momento presente, aunque el presente lo desespere. El maestro no debe quedarse en el instante, sino que tiene la obligación de pensar en el futuro, del que es custodio. El maestro jamás debe contribuir al pánico general; al contrario, debe contribuir a calmar los ánimos. El maestro debe trabajar por la razón y no fogonear la confusión. Y para la razón y el entendimiento, para aclarar y orientar, para eso están los libros.
(...)
Hay que plantarse en lo logrado y defenderlo a rajacincha, y aún más: hay que exigir que la Universidad Pública y Gratuita sea el bastión de la resistencia cultural en la Argentina, para lo cual es urgente y es tarea de todos exigir que se acaben los ajustes, a la vez que se profundicen valores esenciales como la gratuidad de la enseñanza en todos los niveles. Es el único camino para seguir siendo una nación: mantener una educación solidaria, igualadora, no racista, no clasista y que enseñe a pensar y a cuestionar. Y gratuita.
(...)
Sí, hemos perdido esa costumbre de la libertad y la inteligencia. Leer —digo— como trabajo intelectual: entendiendo, interpretando. Eso es lo que necesitamos. Porque vivimos en un mundo en el que los signos ya no están solamente escritos; están en movimiento y lo zarandean todo. Hoy la televisión e Internet imponen discursos muchas veces difíciles de entender, o sospechosamente demasiado fáciles. Y casi siempre, autoritarios y embrutecedores. Basta escuchar el lenguaje coloquial de los argentinos, que se ha empobrecido hasta límites no sólo de indefensión sino de incomunicación.
Es menester, es urgente, que la lectura vuelva a ser una preocupación central de la sociedad, y en eso tienen muchísimo que ver el Magisterio Argentino y la nueva Pedagogía de la Lectura. Se trata de restablecer la amistad superior entre la inteligencia y el libro. De recuperar el amor y el buen trato a nuestra lengua. De remozar las viejas cortesías elementales (decir gracias, pedir por favor, prescindir de la grosería como estilo coloquial argentino). Para que nuestro pueblo sea conciente de lo que dice y se lance a corregir las ferocidades de este tiempo de depredación educativa que se vive en las calles, las familias e incluso en las escuelas.
(...)
Hacer Cultura es resistir. Hacer Leer es resistir. En eso estamos y estamos a tiempo, y ¿saben por qué? Porque todavía el cambio en este país depende de nosotros. De ustedes, de mí, depende de cada uno de nosotros. Y en eso consisten la oportunidad y la esperanza. Muchas gracias.
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Mempo Giardinelli
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Fragmentos extraídos del discurso inaugural del 7° Foro de Fomento del Libro y la Lectura - Agosto de 2002. Resistencia, Chaco, Argentina.

miércoles, 30 de junio de 2010

¿QUÉ QUIERES SER?


Hace un tiempo, se vio por las calles de San Pablo un afiche de Runner, una de las cadenas de gimnasios más renombradas del Brasil, con la foto de una chica escultural y la siguiente frase: "¿Este verano qué querés ser: sirena o ballena?"
Dicen que una mujer de San Pablo (cuyas características físicas nunca trascendieron) le envió este mail a la empresa Runner como respuesta:

Las ballenas están siempre rodeadas de amigos. Tienen una vida sexual activa, se embarazan y tienen ballenitas de lo más tiernas. Las ballenas amamantan. Son amigas de los delfines y se lo pasan comiendo camarones.
También se lo pasan jugando en el agua y nadando por ahí, surcando los mares, conociendo lugares maravillosos, como los hielos de la Antártida y los arrecifes de coral de la Polinesia. Las ballenas cantan muy bien y hasta tienen CD grabados. Las ballenas son enormes y casi no tienen predadores naturales. Las ballenas tienen una vida bien resuelta, son lindas y amadas por todos.
Las sirenas no existen. Si existieran, vivirían en permanente crisis existencial. "¿Soy un pez o soy un ser humano?". No tienen hijos pues matan a los hombres que se encantan con su belleza.
(Y yo agregaría que no tienen por donde hacer el amor. ¡Por Dios!).
Son bonitas sí, pero tristes y siempre solitarias. (¿Quién quiere acercarse a una mujer que huele a pescado frito y que no tiene hoyito como salvavidas?).
Runner, querida, prefiero ser ballena.
¡Si me quedaba alguna duda, ya quedó desterrada!


P.D.: En estos tiempos de mujeres anoréxicas y bulímicas, en que la prensa, las revistas, el cine y la tele nos meten a la fuerza en la cabeza que sólo las flacas son bellas, este mensaje trae nuevas esperanzas a las ballenitas y, por qué no, a las sirenitas que no descansan un segundo pensando en su apariencia exterior.
Yo prefiero disfrutar un helado junto a la sonrisa cómplice de mis nietos, una copa de vino con un hombre que me haga vibrar y una pizza exquisita con amigos que me quieren por lo que soy, no por cómo luzco.

lunes, 31 de mayo de 2010

CARTA ABIERTA A LOS PROFESORES DE LENGUA Y LITERATURA (fragmentos)


"Vivimos en una época de palabras gastadas; una inflación de palabras que caen sobre generaciones que no es cierto que lean poco, leen muchísimo –sms, anuncios, periódicos gratuitos que se reparten en el metro– todo cosas en las que las palabras están muertas. Lecturas en las que no hay vida, en las que no se le pide nada a quien las lee a parte de su dinero, su opinión o su voto. Abandonemos los programas, las etapas, los contenidos histórico-analíticos… Que sean lo mínimo indispensable; es decir, casi nada. ¿De qué le sirve a un chico la evolución histórica de la literatura si no aprende a disfrutar y a escandalizarse con ella? Póngase de pie, lean. Hagan teatro de esta vida de la lengua cuando en ella palpita la vida; cuando la vida se acelera en ella. Hagan lo que vieron hacer a quienes les leyeron las mejores páginas de la literatura, en las que se implicaban ellos mismos, su propia demanda de felicidad, y con ello descubrían el secreto del mundo. A ustedes les toca mostrar y compartir la palabra que emerge de la literatura".
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(Clik aquí para leer la carta completa)
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Escritor, Lic. en Literatura Italiana
(Italia, 1964)

sábado, 24 de abril de 2010

JAIM ETCHEVERRY, Guillermo: Escrito a mano


¿Cuánto hace que no experimentamos el placer de recibir una carta manuscrita en letra cursiva? La caligrafía es una habilidad humana en rápida extinción, porque ya casi no se enseña en las escuelas.
Cuando se emplea una lapicera, en general se lo hace para escribir con letra de imprenta. Stefano Bartezzaghi y María Novella de Luca, periodistas italianos interesados en el tema, se preguntan si la preocupación por el ocaso de la escritura cursiva responde a la nostalgia o constituye una emergencia cultural. Muchos expertos se inclinan por la última alternativa.
En Inglaterra se vuelve a usar la estilográfica para que los estudiantes aprendan la grafía. En Francia también se considera que no se debe prescindir de esa habilidad, pero allí el problema reside en que ya no la dominan ni los maestros.
Aunque el mundo adulto no está aún preparado para recibir las nuevas inteligencias de los niños producto de la tecnología, la pérdida de la habilidad de la escritura cursiva explica trastornos del aprendizaje que advierten los maestros e inciden en el desempeño escolar.
En la escritura cursiva, el hecho de que las letras estén unidas una a la otra por trazos permite que el pensamiento fluya con armonía de la mente a la hoja de papel. Al ligar las letras con la línea, quien escribe vincula los pensamientos traduciéndolos en palabras.
Por su parte, el escribir en letra de imprenta, alternativa que se ha ido imponiendo, implica escindir lo que se piensa en letras, desguazarlo, anular el tiempo de la frase, interrumpir su ritmo y su respiración.
Si bien ya resulta claro que las computadoras son un apéndice de nuestro ser, hay que advertir que favorecen un pensamiento binario, mientras que la escritura a mano es rica, diversa, individual, y nos diferencia a unos de otros.
Habría que educar a los niños desde la infancia en comprender que la escritura responde a su voz interior y representa un ejercicio irrenunciable.
Es ilógico suponer que la tendencia actual se revertirá, pero al menos los sistemas de escritura deberían convivir, precisamente por esa calidad que tiene la grafía de ser un lenguaje del alma que hace únicas a las personas. Su abandono convierte al mensaje en frío, casi descarnado, en oposición a la escritura cursiva, que es vehículo y fuente de emociones al revelar la personalidad, el estado de ánimo.
Posiblemente sea esto lo que los jóvenes temen, y optan por esconderse en la homogeneización que posibilita el recurrir a la letra de imprenta. Porque, como lo destaca Umberto Eco, que interviene activamente en este debate, la escritura cursiva exige componer la frase mentalmente antes de escribirla, requisito que la computadora no sugiere.
En todo caso, la resistencia que ofrecen la pluma y el papel impone una lentitud reflexiva. Muchos escritores, habituados a escribir en un teclado, desearían a veces volver a realizar incisiones en una tableta de arcilla, como los sumerios, para poder pensar con calma. Eco propone que, así como en la era del avión se siguen tripulando barcos a vela, sería auspicioso que los niños aprendieran caligrafía, para educarse en lo bello y para facilitar su desarrollo psicomotor.
Como en tantos otros aspectos de la sociedad actual, surge aquí la centralidad del tiempo. Un artículo reciente en la revista Time, titulado Duelo por la muerte de la escritura a mano, señala que es ése un arte perdido, ya que, aunque los chicos lo aprenden con placer porque lo consideran un rito de pasaje, "nuestro objetivo es expresar el pensamiento lo más rápidamente posible. Hemos abandonado la belleza por la velocidad, la artesanía por la eficiencia. Y, sí -admite su autora, Claire Suddath-, tal vez seamos algo más perezosos. La escritura cursiva parece condenada a seguir el camino del latín: dentro de un tiempo, no la podremos leer". Abriendo una tímida ventana a la individualidad, aún firmamos a mano. Por poco tiempo.
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El autor es educador y ensayista