domingo, 27 de mayo de 2012

LAS VOCALES



Las vocales en nuestro idioma son cinco: A a, E e, I i, O o, U u.
Las vocales a, e y o son llamadas abiertas o fuertes.
Las vocales i y u son llamadas cerradas o débiles.

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Primera letra del alfabeto español y primera de las cinco vocales. 
Puede funcionar como:

sustantivo: la a – las aes 

preposición (que indica dirección o finalidad): haz bien sin mirar a quién – a buen puerto vas por leña – a caballo regalado no se le miran los dientes. 
Entre a sustantivo y a preposición no existe diferencia ortográfica alguna y nunca se acentúa ortográficamente (como se hacía en el s. XIX). 

Vocablos homófonos: ah (interjección)  -  ha (verbo auxiliar haber) 
La interjección ah denota asombro o sorpresa, representación léxica del suspiro de deseo, de desánimo o de admiración. La h aparece pospuesta a la vocal (como es regla en las interjecciones: eh, oh). 
¡Ah! ¡Pero si es Luisina! 
¡Ah, estoy cansado! 
El verbo haber ha se utiliza en castellano como auxiliar en la formación de tiempos compuestos. Es la 3ª persona del singular, presente, modo indicativo: 
La felicidad ha pasado y no nos dimos cuenta. 
Nos ha engañado. 

Para formar la frase verbal que indica futuro (verbo ir + a + infinitivo) se utiliza la preposición y se escribe sin la h, a diferencia de las frases verbales del tiempo compuesto vistas en el párrafo anterior: 
Vamos a comenzar a leer. 
Iremos a comer de Josefina. 

Otras frases verbales con preposición a
Comenzar a: Comenzaremos a estudiar. 
Ayudar a: Los maestros ayudan a crecer a los alumnos. 
Echarse a: El niño se echó a llorar amargamente. 
Romper a: Al amanecer, Pedro rompió a llorar. 

Como todas las vocales, la a puede constituir sílaba por sí misma. Pero cuando al final del renglón se deba cortar una palabra, no se debe dejar aislada a la a, ya sea sílaba inicial o final: amis-tad; aé-rea; lea
Pero esta regla no rige para las sílabas donde la a aparece precedida de la h: ha-cía; ha-rina. 

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Quinta letra del alfabeto español y segunda de las cinco vocales. 
La e puede funcionar como:
sustantivo: la e; las es (algunos aceptan ees). 
conjunción coordinante copulativa (cuando reemplaza a la y delante de las palabras que comienzan con i- o hi-: padre e hijo; peras e higos. Pero se mantiene la y cuando la palabra siguiente comienza con diptongo hie-: flores y hierbas; soda y hielo. 

No hay diferencia ortográfica entre e sustantivo y e conjunción, ni se acentúa ortográficamente en ningún caso. 

Vocablos homófonos: eh (interjección) - he (forma verbal) 
La interjección eh expresa reconvención, advertencia o llamado. La h aparece pospuesta a la vocal (como es regla en las interjecciones: ah, oh). 
¡Eh, tú! ¿No me oyes? 
¡Eh, cuidado! 
No lo vuelvas a hacer, ¿eh
Forma verbal he: 1ª persona del singular, presente, modo indicativo del verbo haber; 1ª persona del singular, pretérito perfecto compuesto modo indicativo de todos los verbos: 
He cometido el peor de los pecados que un hombre puede cometer. No he sido feliz. 

Como ocurre con la a, por regla general al final del renglón la e que forma sílaba por sí sola —final o inicial—, no puede quedar aislada: ele-fante; emi-nencia; lee. 
No ocurre así cuando la e va precedida de la h: -roe; he-matoma. 

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Novena letra del alfabeto español y tercera de las cinco vocales. 
Su plural es íes. En oposición a la “y griega” suele llamársela “i latina”. Aunque a partir de la Nueva Ortografìa 2010 se recomienda llamarlas i y ye, sin otro tipo de distinción. 
En forma aislada es un sustantivo que designa precisamente la vocal en cuestión: 
Iglesia empieza con i
Poner los puntos sobre las íes

Como representación del mismo fonema vocálico, i e y tienen su uso debidamente reglamentado. 
La i se utiliza en posición inicial absoluta (iglesia), en posición intermedia, formando o no diptongo (sitio) y en posición final de palabra, siempre que no integre diptongo descendente (ají, borceguí). 
La y con sonido vocálico es obligatoria cuando la palabra termina con diptongo descendente; es decir, cuando este fonema vocálico es el último de la palabra y está precedido por otra vocal: rey, ay, Paraguay, hay, convoy, buey. 
Excepciones: benjuí, Jaragüí, y la 1ª persona singular pretérito perfecto simple (o pretérito indefinido) de los verbos de la 2ª y 3ª conjugación, en los que la i aparezca precedida por otra, forme o no diptongo con ella: hui, fui, reí, caí

Es obligatorio utilizar y como conjunción coordinante copulativa —excepto ejemplos de la e–: agua y sal; profesor y alumno. 

Corte al final del renglón: la i como sílaba —final o inicial— no debe ser separada: Igle-sia; reí

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Decimosexta letra del alfabeto español y cuarta de las cinco vocales. 
Designa aisladamente un sustantivo (su propio nombre): la o; las oes 
Conjunción coordinante disyuntiva (expresa una opción o una alternativa): Hoy o mañana lloverá. 

Vocablo homófono: oh, con la h pospuesta, que es una interjección, expresa dolor, nostalgia, asombro, sorpresa: ¡Oh, sorpresa! ¡Oh, qué dolor! 

Tampoco la o se debe aislar al cortar la palabra al final del renglón, ya sea sílaba inicial o final: co-rreo, osa-do. 

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Vigesimosegunda letra del alfabeto español y quinta y última de las cinco vocales. 
Aisladamente la letra u puede ser:
sustantivo (la u; las úes
Conjunción coordinante disyuntiva reemplazando a la o delante de palabras que empiecen con esta vocal (con o sin h): ayer u hoy; claro u oscuro. 

No es correcto aislar la u al cortar palabra al final del renglón cuando esta por sí sola forma sílaba (inicial o final): usi-na; Ura-les 
Como con el resto de las vocales, esta última regla no se observa si la vocal va precedida por h: hu-raño, hu-rón, sar. 

La u pierde su sonido detrás de las consonantes q y g. En español con el grafema g representamos dos fonemas: [g] gato, gota, gusto; y [x o j]: gente, gime. 
Cuando luego del grafema g , la e o la i deban tener un sonido “suave” y no “fricativo” [j], se debe insertar entre consonante y vocal una u que es muda: guerra; guinda. 
Pero si luego de la g la u seguida de e o i deba pronunciarse como un diptongo, será necesario colocar sobre la u la diéresis o crema: pingüino, agüero. 

qu-: típico caso de grafía etimológica (heredada del latín). Para representar el sonido [k] seguido de -e – i, se utiliza el grupo latino qu-: queso, quienes. 
Pero si el sonido [k] tiene que mantener el sonido u delante de e, i, se utiliza la c: cuidado; cuesta. 

miércoles, 23 de mayo de 2012

EL CHOGÜÍ (leyenda guaraní)


Hay varias versiones de esta leyenda guaraní.La siguiente es una de ellas:



Una joven india guaraní tenía un hijo y este no tenía con quién jugar; su única diversión era mirar cómo volaban los pájaros tan libres y tan dueños del cielo. Al indiecito le gustaba mucho encaramarse, subirse a los naranjos a comer las ricas naranjas. Su madre cada vez que salía a trabajar le encargaba que no saliera de la casa, ya que podía venir un animal salvaje y hacerle daño. Siempre prometía hacer caso, pero la mayor parte de las veces llegaba la mamá y no encontraba a su hijo, que atraído por el bosque andaba deambulando por él.
Un día lo castigó fuertemente con una rama y le hizo prometer no ir más al bosque. Durante mucho tiempo cuando la madre volvía él ya estaba en casa. Pero un día estaba en lo alto de un naranjo mirando el camino para ver venir a su madre para bajar corriendo, pero no la vio llegar. Cuando la madre llegó a su rancho y no lo encontró, lo llamó fuerte y el niño la escuchó. Al querer bajar tan rápido, sus pequeños pies se resbalaron y cayó al suelo. La madre no escuchó cuando el niño cayó y en el mismo momento que cerró sus ojos para siempre, su cuerpo sufrió una transformación tal, que se convirtió en un pájaro chogüí, como aquellos a los que había admirado tanto. Sobre la cabeza de la india que esperaba a su hijo, pasó volando y cantando y se fue con toda la bandada de chogüíes.
Según cuenta la leyenda, el indiecito convertido en chogüí viene todos los días a su casa, acompaña a su madre al trabajo y va a los naranjales a picotear las naranjas que son su fruta preferida.

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Y esta es otra de las versiones:


Chogüí era un indiecito que viva en una tribu, con sus padres, en la selva misionera. Su cuerpo estaba tostado por el sol ardiente de esa zona y sus ojos inteligentes, eran negros y rasgados, como los indios de su raza. Pero Chogüí no era un indio como todos. En lugar de jugar con otros niños se internaba en la selva para hablar con los pájaros, a quienes él consideraba sus mejores amigos. Muchas veces, sentado sobre el tronco de un viejo timbó, tomaba su flauta y tocaba dulces melodías que las aves respondían con armoniosos trinos. Casi siempre, al atardecer se veía en un claro del bosque al niño con su flauta, rodeado de pájaros que revoloteaban a su alrededor. El sonido de la flauta de Chogüí, mezclado al murmullo misterioso de la selva, era respondido por el trino de las aves. En los días calurosos, Chogüí se bañaba en las aguas de algún manantial; junto a él chapoteaban los pájaros que alegremente hundían sus picos y patitas en el agua fresca. Otras veces, Chogüí seguía sigilosamente a los cazadores de pájaros y desarmaban sus Ñuhas para que no pudieran atraparlos. El cacique, enojado por esto, lo reprendía y no lo dejaba salir por algunos días de la tribu. Entonces, Chogüí era visitado por los pájaros con los que compartía los granos de Abata-í. Estos le devolvían su generosidad, trayéndole en sus picos jugos de naranja y miel de Yete-í, que al goloso niño le gustaban mucho.
Un día que Chogüí estaba en un claro del bosque tocando su flauta, un picaflor se acercó desesperado. Sus pichones estaban en un árbol que había sido invadido por las hormigas. Las hormigas "asesinas de la selva" pueden atacar a una planta y dejarla en pocos minutos simplemente desnuda. La madre picaflor que sabía esto, lloraba por la suerte que correrían sus hijitos. Chogüí no lo pensó dos veces. Subió al árbol inmediatamente. Pero al trepar fue atacado por las hormigas que aguijonearon su cuerpo. A pesar de los dolores que las picaduras le producían Chogüí llegó hasta la rama donde estaba el nido. Rápidamente lo tiró sobre la hierba, salvando así a los pichones. Atontado y dolorido por las picaduras, perdió pie, cayendo al vacío. El golpe fue tan grande que Chogüí quedó en el suelo, con los ojos cerrados y sin moverse. Los pájaros sorprendidos primero y desesperados después, lo rodearon. Con sus picos le echaron agua para reanimarlo. Poco a poco comprendieron que Chogüí había muerto, Entonces un inmenso gemido de dolor recorrió la selva: ¡Chogüí ha muerto! Las ardillas, los sapos y los venados también se conmovieron. Ellos habían conocido a Chogüí y lo querían. 
Al intenso dolor siguió una gran quietud, la selva tan poblada de animales y plantas calló. El sol se ocultó en el horizonte dorando suavemente las hojas de los árboles en un atardecer tristísimo. 
Una a una, las aves levantaron vuelo y al cabo de un largo rato volvieron trayendo en sus picos una flor color azul. Las había de todas formas y tamaños y de extraños aromas. Pero todas eran azules. Las flores azules eran las preferidas de Chogüí. Los pájaros lo recordaban bien. Y ese sería el homenaje a su mejor amigo. Lentamente, en la roja tierra misionera apareció, una gran mancha azul. Sobre ella revoloteaban cientos de pájaros que con sus alas multicolores formaban un arco iris de plumas. 
Las aves con encantadores trinos le pidieron a Tupá que hiciera un milagro. Que convirtiera al indiecito en pájaro, como él lo había soñado. Cuenta la leyenda que de la montaña de flores salió un pájaro azul cantando ¡Chogüí, Chogüí! y se perdió en el cielo seguido de miles de pájaros. Y desde ese día se puede encontrar en la selva misionera, sobre todo en los naranjales, un bello pájaro azul cuyo canto dice "chogüí, chogüí".

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También tiene su canción:
CANCIÓN

Cuenta la leyenda
que en un árbol se encontraba
encaramado
un indiecito guaraní.
Que sobresaltado
por el grito de su madre
perdió apoyo, y, cayendo se murió.
Y que entre los brazos maternales
por extraño sortilegio
en chogüí se convirtió.
Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí
qué lindo está mirando acá.
Mirando allá, volando se alejó.
Chogüí, chogüí, chogüí, chogüí
qué lindo es, qué lindo va
perdiéndose en el cielo azul turquí.
Y desde aquel día
se recuerda al indiecito
cuando se oye, como un eco, a los chogüí;
es el canto alegre y bullanguero
del precioso naranjero
que repite su cantar;
canta y picotea la naranja
que es su fruta preferida,
repitiendo sin cesar:
Chogúi, chogüí, chogüí, chogüí...

Escuchala: