Una historia de la violencia argentina
a través de la ficción. ¿Qué historia es esa? La reconstrucción de una
trama donde se pueden descifrar o imaginar los rastros que dejan en la
literatura las relaciones de poder, las formas de la violencia. Marcas en el
cuerpo y en el lenguaje, antes que nada, que permiten reconstruir la figura del
país que alucinan los escritores. Esa historia debe leerse a contraluz de la
historia "verdadera" y como su pesadilla.
El
origen. Se
podría decir que la historia de la narrativa argentina empieza dos veces: en “El
Matadero” y en la primera página del “Facundo”. Doble origen, digamos, doble
comienzo para una misma historia. De hecho los dos textos narran lo mismo y nuestra
literatura se abre con una escena básica, una escena de violencia contada dos
veces. La anécdota con la que Sarmiento empieza el “Facundo” y el relato de
Echeverría son dos versiones (una triunfal, otra paranoica) de una
confrontación que ha sido narrada de distinto modo a lo largo de nuestra
literatura por lo menos hasta Borges. Porque en ese enfrentamiento se anudan
significaciones diferentes que se centran, por supuesto, en la fórmula central
acuñada por Sarmiento de la lucha entre la civilización
y la barbarie.
La primera
página del Facundo.
Sarmiento inicia el libro con una escena que condensa y sintetiza lo que gran
parte de la literatura argentina no ha hecho más que desplegar, releer, volver
a contar. ¿En qué consiste esa situación inicial? "A fines de 1840 salía yo de mi patria, desterrado por lástima,
estropeado, lleno de cardenales, puntazos y golpes recibidos el día anterior en
una de esas bacanales de soldadescas y mazorqueros. Al pasar por los baños de
zonda, bajo las Armas de la Patria, escribí con carbón estas palabras: On ne
tue point les idees. El gobierno a quien se comunicó el hecho, mandó una
comisión encargada de descifrar el jeroglífico, que se decía contener desahogos
innobles, insultos y amenazas. Oída la traducción. Y bien, dijeron ¿qué
significa esto?". Anécdota a la vez cómica y patética, un hombre que
se exilia y huye, escribe en francés una consigna política. Se podría decir que
abandona su lengua materna del mismo modo que abandona su patria. Ese hombre
con el cuerpo marcado por la violencia deja también su marca: escribe para no
ser entendido. La oposición entre civilización
y barbarie se cristaliza entre quienes pueden y quienes no pueden leer esa
frase escrita en otro idioma: el contenido político de la frase está en el uso
del francés. El relato de Sarmiento es la historia de una confrontación y de un
triunfo: los bárbaros son incapaces de descifrar esas palabras y se ven
obligados a llamar a un traductor. Por otro lado esa frase (que es una cita de
Diderot, dicho sea de paso) se ha convertido en la más famosa de Sarmiento,
traducida libremente por él y nacionalizada como: "Bárbaros, las ideas no se matan".
El lenguaje y el
cuerpo. La
historia que cuenta “El Matadero” es como la contracara atroz del mismo tema. O
si ustedes quieren: “El Matadero” narra la misma confrontación pero de un modo
paranoico y alucinante. En lugar de huir y de exiliarse, el unitario se acerca
a los suburbios, se interna en territorio enemigo. La violencia de la que
Sarmiento se zafa está ahora puesta en primer plano. Si en el relato que inicia
el “Facundo” todo el poder está puesto en el uso simbólico del lenguaje
extranjero y la violencia sobre los cuerpos es lo que ha quedado atrás, en el
cuento de Echeverría todo está centrado en el cuerpo y el lenguaje (marcado por
la violencia) acompaña y representa los acontecimientos. Por un lado un
lenguaje "alto", engolado, casi ilegible: en la zona del unitario el
castellano parece una lengua extranjera y estamos siempre tentados de
traducirla. Y por otro lado una lengua "baja", popular, llena de
matices y de flexiones orales. La escisión de los mundos enfrentados toca
también al lenguaje. El registro de la lengua popular, que está manejado por el
narrador como una prueba más de la bajeza y la animalidad de los
"bárbaros", es un acontecimiento histórico y es lo que se ha
mantenido vivo en “El Matadero”.
La verdad de la
ficción. Hay
una diferencia clave, diría, entre “El Matadero” y el comienzo del “Facundo”.
En Sarmiento se trata de un relato verdadero, de un texto que toma la forma de
una autobiografía; en el caso de “El Matadero” se trata de una pura ficción. Y
justamente porque era una ficción pudo hacer entrar el mundo de los
"bárbaros" y darles un lugar y hacerlos hablar. La ficción como tal
en la Argentina nace, habría que decir, en el intento de representar el mundo
del enemigo, del distinto, del otro (se llame bárbaro, gaucho, indio o
inmigrante). Esa representación supone y exige la ficción. Para narrar a su
grupo y a su clase desde adentro, para narrar el mundo de la civilización, el
gran género narrativo del siglo XIX en la literatura argentina (el género
narrativo por excelencia, habría que decir: que nace, por lo demás, con
Sarmiento) es la autobiografía. La clase se cuenta a sí misma bajo la forma de
la autobiografía y cuenta al otro con la ficción. Todo lo que hay de
imaginación literaria en el “Facundo” viene de ese intento de hacer entrar el
mundo de Facundo Quiroga y de los bárbaros. Sarmiento hace ficción pero la
encubre y la disfraza en el discurso verdadero de la autobiografía o del relato
histórico. Por eso su libro puede ser leído como una novela donde lo novelesco
está disimulado, escondido, presente pero enmascarado.
Un
texto inédito. En
“El Matadero” está el origen de la prosa de ficción en la Argentina. Pero ese
origen, podría decirse, es oscuro, desviado, casi clandestino. Escrito en 1838
el relato permaneció inédito hasta 1874 cuando Juan María Gutiérrez lo rescató
entre los papeles póstumos de Echeverría (que había muerto en Montevideo,
exiliado y en la miseria, en 1851). ¿Por qué no lo publicó Echeverría? Basta
releerlo hoy para darse cuenta de que es muy superior a todo lo que Echeverría
publicó en su vida (y superior a lo de todos sus contemporáneos, salvo
Sarmiento). Habría que decir que Echeverría no lo publicó justamente porque era
una ficción y la ficción no tenía lugar en la literatura argentina tal como la
concebían Echeverría y Sarmiento. "Las mentiras de la imaginación" de
las que habla Sarmiento deben ser dejadas a un lado para que la prosa logre
toda su eficacia y la ficción aparecía como antagónica con un uso político de
la literatura.
Una
opción. El “Facundo”
empieza donde termina “El Matadero”. Entre la cita en francés de Diderot de
Sarmiento y la representación del lenguaje popular en “El matadero”, en la
mezcla de lo que allí aparece escindido, en la relación y el antagonismo se
define una larga tradición de la literatura argentina. Pero a la vez la
importancia de esos dos relatos reside en que entre los dos plantean una opción
fundamental frente a la violencia política y el poder: el exilio (con que se
abre el “Facundo”) o la muerte (con la que se cierra “El matadero”). Esa opción
fundante volvió a repetirse muchas veces en nuestra historia y se repitió, en
nuestros días. Y en ese sentido podría decirse que la literatura tiene siempre
una marca utópica, cifra el porvenir y actualiza constantemente los puntos
clave de la política y de la cultura argentina. [1993]
[De "La
Argentina en pedazos"]
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